«Al rechazar la idea de la reencarnación, el cristianismo evita que las personas entiendan como opera la justicia divina. Por lo tanto no debe sorprender que las cosas no parezcan tener sentido: no se ve una razón más profunda para las situaciones y los eventos. Son imposibles de entender, y se llega a la conclusión que la injusticia reina en todo. Ante el sufrimiento y la infelicidad, los cristianos dicen «es la voluntad de Dios.». Pero ellos mismos, no han hecho nada para que esos infortunios caigan sobre ellos. No son responsables de nada, es el Señor que hace lo que quiere, y lo que le agrada no parece estar basado en ninguna clase de justicia.

Analicemos un poco esta cuestión; ya que Dios nos ha concedido un poco de cerebro, no dejemos que se oxide. Así que el Señor tiene sus caprichos, hace lo que le viene en gana, lo da todo a unos y a los demás nada. Muy bien, puedo comprenderlo. ¡Es Dios, y ésa es su voluntad! Pero encuentro incomprensible que esté descontento, que se enfurezca y se sienta ultrajado cuando aquellos a quienes nada dio cometen faltas y son malvados, infieles y criminales. Ya que fue El mismo quien dio a los humanos esta mente, esta falta de inteligencia o de corazón, ¿por qué les castiga? El, todopoderoso, ¿no podía haberlos hecho buenos, honestos, inteligentes, sabios, piadosos, magníficos? No solamente El es el responsable de sus crímenes, sino que además les castiga por ellos. Ahí es donde me pierdo. Tiene todos los poderes, hace lo que quiere, de acuerdo, no podemos reprochárselo, pero entonces, ¿por qué no es un poco más consecuente, más lógico, más justo?

Por lo menos debería dejar a los humanos tranquilos y no arrojarlos al Infierno por toda la eternidad. Y todavía hay más. Me pregunto: «¿Cuánto tiempo habrán pecado? ¿treinta o cuarenta años ? Muy bien, que permanezcan en el Infierno cuarenta años, no más. Pero toda la eternidad… En eso sí que no estoy de acuerdo. Razonemos un poco; los hombres no se atreven a razonar porque se encuentran ofuscados por todo lo que se les ha enseñado. Razonar es un crimen, según parece. Entonces, ¿para qué sirve la inteligencia? ¿para qué nos la ha dado Dios?

Sin embargo si aceptamos la reencarnación, si la estudiamos y la comprendemos, entonces todo cambia. Dios es ciertamente el Maestro del Universo, el más grande, el más noble, el más justo y comprendemos que si somos pobres, tontos y desgraciados es por nuestra propia culpa, porque no supimos utilizar todo lo que nos dio al principio. Hemos querido hacer experiencias costosas, y El, el Señor, puesto que es generoso y tolerante, nos lo ha permitido, diciendo: «Sufrirán y se darán de bruces, pero esto da igual porque seguiré ofreciéndoles mi amor y mis riquezas… tendrán numerosas reencarnaciones por delante…» El nos dejó libres y somos culpables de todo lo que nos ocurra. ¿ Por qué la Iglesia ha declinado toda la responsabilidad de nuestro destino sobre el Señor? Ustedes dirán: «No, no ha hecho tal cosa, simplemente ha suprimido la creencia en la reencarnación». Pero en realidad, si reflexionamos, vemos que se trata de lo mismo.

Hasta el siglo cuarto los cristianos creían en la reencarnación, al igual que los judíos, los egipcios, los hindús, los tibetanos, etc… Pero sin duda los Padres de la Iglesia decidieron que esta creencia no haría más que retrasar y alargar las cosas, que lo hombres no tendrían prisa en mejorarse, y entonces creyeron que suprimiendo la reencarnación empujarían a la gente a perfeccionarse en una sola vida. Ahora bien, como sustitución, la Iglesia inventó cosas verdaderamente espantosas con el fin de atemorizar a los humanos, hasta el punto que en la Edad Media no se creía más que en el Diablo, el Infierno y los castigos eternos.

La Iglesia entonces suprimió la creencia en la reencarnación pensando que así les obligaría a mejorar más rápidamente, pero no solamente no han mejorado sino que han empeorado… Y por si fuera poco, continúan en el mismo estado de ignorancia. Por eso debemos recobrar esta creencia, de lo contrario nada tiene razón de ser, la vida no tiene sentido, el Señor es un monstruo, y así sucesivamente… La cuestión de la reencarnación ha sido estudiada muy seriamente, pero no me extenderé sobre este particular porque existen suficientes libros que tratan sobre ello… y resulta obvio observando la manera cómo los Lamas Tibetanos eligen al Dalai Lama.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov

Izvor 202, El hombre a la conquista de su destino
Cp. 8, La Reencarnación
Obras Completas, vol. 12, Las Leyes de la Moral Cósmica
Cp. 8, La Reencarnación