«Alégrense, pues; todos ustedes son muy ricos ¡porque tienen muchas debilidades! Pero es indispensable saber utilizarlas para ponerlas a trabajar. Les hablaba hace un instante de los animales, pero observen, también, las fuerzas de la naturaleza,como el rayo, la electricidad, el fuego, los torrentes… Ahora que el ser humano sabe cómo dominarlas y servirse de ellas, se enriquece. Y sin embargo, al principio estas fuerzas le eran hostiles. Los humanos encuentran normal utilizar las fuerzas de la naturaleza, pero si se les habla de utilizar el viento, las tempestades, las cascadas, los rayos que tienen dentro de sí, se asombran. Sin embargo, no hay nada más natural, y cuando conozcan las reglas de la alquimia espiritual, sabrán utilizar y transformar hasta los venenos que hay en ustedes.

En el futuro, los más audaces se ocuparán de estas sustancias químicas de los celos, del odio, del miedo, de la fuerza sexual, y aprenderán a utilizarlas; incluso llenarán frascos con ellas para ponerlos en su farmacia a fin de tenerlos a su disposición para el día en que los necesiten. De ahora en adelante, todo debe cambiar en vuestra cabeza.

Claro que no por eso hay que lanzarse como locos sobre el mal para comerlo a grandes bocados. En cada criatura, incluso en la mejor, se esconden siempre tendencias infernales que vienen de un pasado muy lejano. Se trata, pues, de no hacerlas salir de un solo golpe con el pretexto de utilizarlas. Hay que enviar una sonda para tomar tan sólo unos átomos, unos electrones, y digerirlos bien.

No es cuestión de ir a pelear imprudentemente con el Infierno, porque les destruirá. Hay que saber cómo proceder. Por eso, deben continuar trabajando con las fuerzas de arriba, con la oración, con la armonía, con el amor, y, de vez en cuando, cuando salga algo de vuestras propias profundidades con garras, con dientes y uñas, para empujarles a hacer algunas tonterías, captúrenlo, vayan a estudiarlo en vuestro laboratorio, e incluso háganle segregar sus venenos para que puedan utilizarlos: descubrirán que el mal os aporta, precisamente, el elemento que les faltaba para alcanzar la plenitud.

Pero, repito, tengan cuidado, no vayan a bajar, ahora, a causa de lo que les he dicho, a medirse imprudentemente con el mal. No digan: «¡Ah! ¡Ahora he comprendido! ¡Voy a ir a por todas!» Porque quizá no vuelvan a subir. Esto es lo que les ha sucedido a algunos. Se creyeron muy fuertes cuando no estaban suficientemente conectados con el bien, con la luz, y ahora, ¡en qué estado se encuentra los pobres! Todas las fuerzas negativas están devastándoles.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 221, El Trabajo Alquímico o la Búsqueda de la Perfección
Cap. 1, Alquimia Espiritual