Buena parte de su tiempo en India, sin embargo, Mikhaël Aïvanhov la pasó a solas, meditando en la tranquilidad de lugares aislados o en templos. De esta forma, pudo entrar en comunión con la realidad invisible sin ser perturbado. Las vidas de los grandes magos no son para eliminar algún karma personal, sino para trabajar por el bien espiritual de todos los seres del planeta.

Para quienes, como nosotros, estamos siempre envueltos en nuestros propios dilemas personales, y agitados planes, un estado así es difícil de imaginar. Tenemos escasa idea del tipo de trabajo realizado por los sabios en silencio. Tendemos únicamente a ver sus acciones externas, y luego nos formamos opiniones rápidas sobre ellos. Los sabios de la India normalmente han sido criticados por los occidentales y los indios bajo la influencia de la educación occidental.

Su aparente inactividad y silencio, ha sido tomada como una señal de indiferencia y quizás incluso indolencia, lo que es visto como inexcusable a la luz de las grandes necesidades económicas de India. Estos críticos olvidan, sin embargo, que los sabios tienen distintas tareas individuales que cumplir. No todo sabio es un activista político como Mahatma Gandhi o un filósofo como Sri Aurobindo.

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Algunos, como Ramana Maharshi,tienen la función de simplemente estar presentes – un potente símbolo de la eficacia espiritual del silencio, y un poderoso canal para la Luz divina. No todo adepto iluminado está destinado a ser un profesor. Pocos tienen el destino de un adepto a quienes se le confían las vidas de miles, como fue Omraam Mikhaël Aïvanhov.

Quizás su encuentro más significativo fue con el legendario adepto del Himalaya, Babaji. Primero se encontró con un discípulo de este gran maestro, cuyo nombre era Hanuman Baba, el sacerdote en el templo de Babaji en Nainital. En obediencia a su gurú, Hanbuman había tomado un voto de silencio por varios años, así que se comunicó con Mikhaël Aïvanhov en una pizarra, en inglés. Pasaron varios días juntos, a veces hasta las dos o tres de la mañana.

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Posteriormente, Mikhaël Aïvanhov se reunió dos veces con el mismo Babaji, aunque lo que ocurrió entre ambos nunca se sabrá. Se reunió con Babaji el 17 de junio de 1959, en las montañas de Almora.

Cuando volvió de India en febrero de 1960, era un hombre cambiado. El cambio era tan profundo que incluso su fisionomía era visiblemente distinta. Algunos estudiantes fueron al aeropuerto de Orly a recibirlo, y estaban en shock por su transformación. Como uno de sus discípulos describió el momento, no sin algo de exaltación:

«El está aquí. ¡Estupefacción! Nos quedamos helados, congelados en este momento de la historia. ¡Él ya no es el mismo? ¡Incluso su nariz es diferente! No había duda sobre ello, él era la imagen de su Maestro, Peter Deunov. El se veía como imaginábamos se veían los grandes Iniciados del mundo, probando que todos tenían el mismo modelo. El niño que tenía en mis brazos dijo: «Es Moisés.». Era Moisés.».

Mikhaël Aïvanhov volvió viéndose como el profeta arquetípico, una imagen de su propio maestro. Por lo tanto ya no era el Hermano Mikhaël sino Omraam Mikhaël Aïvanhov. Sintiendo, más que entendiendo la sobrecogedora transformación que había ocurrido en su interior, sus estudiantes reconociéndolo como un maestro, un conductor de lo numinoso, a quien se le debía aproximar con el más grande respeto. Todo ese tiempo había rechazado ser llamado Maestro por sus discípulos. Siempre se había visto a sí mismo como otro discípulo más de su propio maestro. Ahora todo había cambiado. Sus discípulos insistían en darle el debido respeto, y él finalmente aceptó ser llamado Maestro.

Extracto de «The Mystery of Light» por Georg Feuerstein.
Capítulo 2. Omraam Mikhaël Aivanhov: Visionario, Maestro y Sanador