Omraam Mikhaël Aïvanhov continuó diciendo:

“Personalmente, me encantaría hacerles felices, pero mi trabajo y mis responsabilidades también deben ser consideradas. Más aún, un Maestro que cierra sus ojos no es útil.».

El discípulo típico siempre querrá escuchar cosas agradables por parte de su profesor, ser halagado y adorado, y que se le de tratamiento preferencial. Esta es la forma en que opera habitualmente la personalidad sin iluminar, egocéntrica. La obligación sagrada del maestro es minar todas esas expectativas, y siempre recordarles que la vida espiritual es sobre trascender al ego, no masajearlo y mimarlo.

Para que la relación entre profesor y discípulo rinda frutos, tanto el maestro como el estudiante, deben estar igualmente comprometidos con la verdad. Él comparaba su rol con el de un dentista que a veces debe lastimar a un paciente para detener un inmenso dolor de muelas. Vio que su deber no era dejar a sus discípulos solos, sino que removerlos y recordarles su destino superior. Era su misión «ser una molestia», de modo que sus discípulos tuvieran que trabajar en sus formas de ser, y cambiaran sus formas de vida. Decía:

 

“Mi principio es precisamente no satisfacer a sus personalidades. Esto les molesta y les pone descontentos conmigo, ¿no es así? Pues qué mal. Lo que quiero es alimentar sus espíritus, el lado divino que está acostado en una esquina medio muerto, porque nadie se preocupa por él.». 

En nuestra sociedad occidental, que celerba al ego-personalidad por sobre todo lo demás, la tarea de un maestro espiritual es extremadamente riesgosa. Estaba bastante consciente de esto. Un día notó:

 

“Sé perfectamente que cada vez que sacudo a alguien, estoy corriendo enormes riesgos… Si trabajan para la radio, emitirán un programa en contra mía… si son periodistas, escribirán un artículo criticándome… si son pintores, harán una caricatura de mí. Sé todo esto, pero lo acepto a fin de ayudarles a ver las cosas más claramente.

No estoy preocupado con lo que me ocurra: se pueden volver mis enemigos, y eso es desafortunado; pero estoy haciendo esto por su propio bien. Muchos años más tarde, los hechos mostrarán que estaba en lo correcto; lo recordarán y entenderán que lo que quería era lo mejor para ellos.».

 

Extracto de «The Mystery of Light» por Georg Feuerstein.

Capítulo 2. Omraam Mikhaël Aivanhov: Visionario, Maestro y Sanador