En cada área de la creación, el equilibrio existe.

El principio masculino se define como acti‏vo, y el principio femenino como pasivo, pero la‏ pasividad tiene un papel tan importante como la‏ actividad. Porque, si el principio masculino‏ aporta el contenido, el principio femenino aporta ‏ el continente, la forma, y la forma está dotada de‏ un formidable poder de atracción. El principio‏ femenino se define como pasivo para oponerlo‏ al principio masculino, activo. En realidad, el‏ principio femenino no es inactivo, ejerce una‏ acción, y esta acción, que adopta el aspecto de la‏ pasividad, es extremadamente eficaz.‏

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En vez de‏ proyectarse hacia adelante, como el principio‏ masculino, el principio femenino, atrae hacia él.‏ Esta es su actividad, y aquél que no tiene una‏ verdadera resistencia a oponérsele, es absorbido.‏ La actividad masculina es más visible, pero no‏ es más poderosa. Podemos decir que ser activo‏ es ir desde el centro hacia la periferia, y ser pa‏sivo, es atraer los elementos de la periferia hacia‏ el centro. Y aunque esta atracción no sea muy‏ visible, es real, actúa.

¿Cuál es el lugar respectivo de lo masculino y de lo‏ femenino? Será preciso que, un día, los hom‏bres y las mujeres acaben por resolver este pro‏blema que no cesa de enfrentarlos entre sí. Du‏rante siglos, milenios, el hombre ha hecho pesar‏ su dominación sobre la mujer, y ahora empeza‏mos a ver la dominación inversa: la mujer se‏ vuelve audaz, ya no acepta estar sometida al‏ hombre, quiere tener los mismos derechos que‏ él, está dispuesta, incluso, a jugar su papel, a‏ tomar su lugar. Es normal, es la ley de la compensación. El hombre ha ido demasiado lejos.‏ En vez de ser un modelo de honestidad, de bon‏dad, de justicia; para conservar la estima y la‏ admiración de la mujer, ha abusado de su auto‏ridad y de su superioridad física sobre ella, se ha‏ otorgado todos los derechos, y a la mujer, sólo‏ le ha impuesto deberes.

¿Cómo podía esperar‏ que esta situación durase eternamente?‏ ‏ Ambas partes adquieren sabiduría y reconocen que son‏ verdaderamente iguales: no iguales en las mismas esferas,‏ pero iguales en la importancia de sus respectivas funciones.‏

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En cada área de la creación, el equilibrio existe porque dos fuerzas complementarias existen.‏ La solución no está en que se produzca una ni‏velación entre los hombres y las mujeres: en que‏ las mujeres acaben haciendo la guerra y los‏ hombres dando el biberón. Es totalmente normal‏ que la mujer desee tener las mismas libertades‏ que el hombre y dar muestras de tanta iniciativa‏ como él, pero esto puede conseguirlo sin imitar‏ al hombre, sin querer reemplazarle o incluso‏ eliminarle. La libertad, la audacia, el espíritu de‏ iniciativa, son cualidades que las mujeres pue‏den desarrollar, sí, pero profundizando, al mis‏mo tiempo, lo que es la esencia del principio‏ femenino.

‏Ni el hombre ni la mujer deben dominar al otro,‏ sino que cada uno de ellos debe esforzarse por‏ dominar su propio terreno. Que las mujeres‏ quieran conquistar una libertad y unos derechos‏ de los que les habían privado los hombres, es‏ normal, pero deben tratar de conseguirlo pro‏fundizando en las riquezas de su propia natu‏raleza y no tratando de imitar a los hombres en‏ su forma de vida, su comportamiento, su manera‏ de ser, etc. Porque ello prueba una incompren‏sión de las verdades eternas, y lo deberán pagar‏ muy caro.‏ El equilibrio de la vida está fundado en la‏ polarización, es decir, en la existencia de dos‏ polos de naturaleza diferente para que los inter‏cambios puedan realizarse entre ellos. Si hay‏ uniformización de estos polos, los intercambios ‏ no podrán realizarse, estos intercambios magní‏ficos que son fuente de gozo y de inspiración.‏ ‏

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Izvor 214, La Galvanoplastia Espiritual y el futuro de la humanidad
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