Existe una ciencia que, cuando se conoce, le permite al ser humano no sólo poner remedio a sus defectos, a sus pasiones y a sus tendencias inferiores, sino sacar provecho de los mismos. Esta ciencia es la ciencia del injerto.

Dos métodos distintos

Los estereotipos o clichés, y los injertos son dos métodos diferentes que tienen que aprender a utilizar. Los clichés son para reemplazar; para los injertos, en cambio, es diferente, basta con añadir. Ustedes saben que los agricultores encontraron esta técnica para mejorar la calidad de los frutos. Por ejemplo, si a un peral salvaje muy vigoroso pero que solamente produce frutos ásperos, le injertamos un brote de un peral de excelente calidad, éste se va a aprovechar del vigor del árbol salvaje y dará peras magníficas.

Todos los Iniciados han tenido que hacer injertos, se han conectado siempre con los seres más sublimes, y los frutos que daban eran maravillosos.

Vemos a grandes sabios, a grandes escritores, artistas, filósofos, hombres políticos, perseguidos por ciertos vicios y ciertas pasiones de las que no se pueden desembarazar. ¡Cuántos artistas eminentes hasta geniales, bebían, se drogaban, se arruinaban con el juego o con las mujeres! No los citaré… Murieron con sus debilidades. Si hubiesen conocido las leyes del injerto, hubieran podido injertar cualidades y virtudes en estas debilidades.

¿Cómo se hace?

Supongan que tienen un amor muy sensual. Consideren que se trata de una fuerza magnífica, de un árbol formidable del que pueden extraer energías injertándole la rama de otro amor, puro, noble, elevado…

Entonces la savia que produce la naturaleza inferior de ustedes subirá, circulará a través de estas ramas, es decir, de estas marcas, de estos circuitos nuevos dibujados en vuestro cerebro, y producirá frutos extraordinarios, un amor prodigioso que os traerá inspiraciones y arrebatos inauditos. En vez de hacerles la vida imposible, la sensualidad les servirá como una fuerza abundante que les conducirá hasta la Madre Divina, hasta el Padre Celestial.

Y si tienen tendencia a la vanidad o un temperamento colérico, es posible que por culpa de esta cólera hayan destruido ya varias amistades y despilfarrado buenas condiciones para su futuro. Pues bien, esta fuerza brutal que estalla como un trueno, pueden transformarla, sublimarla, haciendo un injerto, y entonces se vuelven infatigables para luchar, para guerrear, para combatir y vencer todo lo inferior, se convierten en soldados de Cristo, en servidores de Dios, invencibles. En vez de destruir lo que es magnífico, la fuerza de Marte les ayudará a construir. Basta con encontrar injertos.

¿Dónde encuentro un injerto?

Ustedes dirán: «En la historia, hay tal héroe, tal santo o tal profeta que admiro y que me inspira. En él encontraré estos injertos.» Sí, es posible, pero como están lejos, en el pasado, no podrán hablarles y entrar en relación con ellos como con un ser vivo. O incluso, si escogen de entre las personas vivas que conocen, a un amigo, a un filósofo, o a un artista que admiran, está bien; pero los injertos serán siempre algo imperfectos, porque estos seres siempre tienen algunas debilidades, algunas insuficiencias; no son totalmente fuertes, poderosos, luminosos y cálidos.

Existe un ser que supera en inteligencia, en amor, en poder, en generosidad a todas las criaturas que pueden encontrar en la tierra, y que tiene un gran almacén de distribución de injertos: es el sol. Tienen que dirigirse a él para que se los suministre.

Pidan al sol, todo lo que sé, ha sido revelado por el sol

De ahora en adelante, cuando contemplen la salida del sol, le dirán; «Querido sol, ¡quisiera comprender tantas cosas y me siento tan limitado! Por eso me vuelvo hacia ti que eres luz, que iluminas toda la tierra; dame algunos injertos de tu inteligencia.»

Algunos de ustedes se están preguntando si bromeo… No, hablo en serio, porque todo lo que les digo lo he verificado durante años. Y todavía no les he dicho todo sobre esta cuestión, pero lo que yo no les diga el sol se los revelará. Todo lo que yo conozco es el sol quien me lo ha comunicado. Están asombrados de oír que el sol puede hacer revelaciones, ¡pero es la verdad!

Los rayos de sol son capaces de reemplazar todo lo que hay en ustedes de gastado, impuro o tenebroso, pero tienen que aprender a recibirlos. Si se abren a ellos con todo su corazón, empiezan a trabajar: reemplazan el ser humano viejo que hay en ustedes, y son regenerados, renovados, resucitados; sus pensamientos, sus sentimientos, sus actos, todo se vuelve diferente.

Tres condiciones básicas para el éxito.

Desgraciadamente los humanos, que experimentan sensaciones formidables cuando comen, beben, fuman, o se besan, no sienten nada cuando están ante el sol. Porque tienen un nivel de vibración demasiado bajo. Todo lo inferior les impresiona, actúa sobre ellos, mientras que los rayos del sol les dejan indiferentes. Pero cuando el discípulo avanza, cuando evoluciona, se vuelve más sensible a los rayos del sol y estos producen en él revelaciones, arrebatos, sensaciones verdaderamente celestiales.

Pero no basta con conocer, también hay que amar estas grandes verdades para desear realizarlas, y tener una voluntad inquebrantable para perseverar en el trabajo. Estas son las tres condiciones necesarias: primero saber, luego querer y, finalmente, poder.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 221, El Trabajo Alquímico o la Búsqueda de la Perfección
Capítulo 7, El Injerto