– Tengan gratitud hacia Dios, por crearlos de la forma en que son.
Las mayores tragedias de la humanidad no tienen como origen un mal en sí, que haya venido de no se sabe dónde, sino la mala comprensión de los humanos que han decidido llamar a ciertas cosas «bien», porque así les convino, y a otras «mal», porque les molestaban. Y como lo que conviene a unos, a menudo, molesta a otros, y viceversa, el problema nunca se resuelve. Nunca se podrá aunar criterios sobre lo que son realmente el bien y el mal.
Y así como el bien no es Dios mismo, las cualidades y las virtudes tampoco tienen un valor absoluto. ¡Cuántos poseen grandes virtudes! Sí, ¿y que hacen con ellas? Nada. Mientras que otros tienen toda clase de defectos, pero quieren mejorarse, y al trabajar cada día sobre sí mismos, se vuelven capaces de hacer grandes cosas. Si no tuviesen estos defectos, quizá no harían nada.
Sí, hemos visto a algunos realizar hazañas trabajando sus defectos, mientras que otros, satisfechos con sus cualidades, no hacían nada. Pues bien, sepan que al Cielo le importa un comino lo que son, sólo considera lo que realizan con lo que ustedes son.
Hace falta, pues, por encima, una tercera autoridad que sepa utilizar tan bien los defectos como las cualidades. Y esta tercera autoridad existe en nosotros, es nuestro Yo superior. Lo único que importa, es el trabajo que hacemos sobre nosotros mismos para poner nuestras cualidades, lo mismo que nuestros defectos, al servicio de un alto ideal.
¡Cuántos se lamentan de la naturaleza humana pecadora y portadora de los gérmenes del mal! Pero no hay que lamentarse, lo único que hay que hacer es trabajar. La vanidad, el orgullo, la cólera, los celos, la sensualidad, todos los defectos deben ser puestos a trabajar. Este es el único punto de vista válido, la única buena solución. El trabajo es lo que cuenta, ustedes no se preocupen de lo demás; sus cualidades y sus defectos son secundarios. Cuando hayan encontrado cuál es el mejor trabajo y estén decididos a consagrarse a él sinceramente, sus cualidades y defectos se convertirán en sus mejores servidores.
En conclusión, permítanme pedirles que dejen de preguntarse por qué el Cielo permite que el mal exista. El Cielo lo permite todo porque lo utiliza todo. Y ustedes, también, deben aprender cómo utilizar estos dos aspectos, el bien y el mal, en su trabajo. Deben ser como químicos, que no rechazan nada porque saben utilizar todos los productos contenidos en su laboratorio, incluso los venenos, porque todo es necesario en un laboratorio. El químico puede ser, para nosotros, un modelo: puesto que en nuestro laboratorio interior poseemos lo puro y lo impuro, lo luminoso y lo oscuro, lo que nos impulsa hacia arriba y lo que nos impulsa hacia abajo; debemos aprender a utilizarlo todo para realizar los designios de Dios. Así que, no destruyan nada en ustedes, den gracias al Cielo por haberles creado tal como son, ¡y a trabajar!
Omraam Mikhael Aivanhov
Izvor 237, La Balanza Cosmica – El Numero 2
http://www.prosveta.com/api/flipping/P0237AN
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