El mundo entero les dirá: “Tengan cuidado, sean prudentes, no se muestren demasiado buenos, porque se arriesgan mucho, los demás van a abusar, van a criticarles»… Pero entonces, ¿dónde están el amor, la bondad, la generosidad?… Hagan las cosas como Dios manda ante el Cíelo, y eso basta.

Si fuera prudente, nunca amaría

Porque si tuviésemos que tomar siempre en consideración las complicaciones, las envidias, las monstruosidades de los demás, no haríamos nada, Hay algunos que aconsejan a un Iniciado que sea prudente con su amor, con su luz, ¿pero qué han hecho ellos? Están en el atolladero, y toda su prudencia no les ha impedido caer en él.

Yo admiro la prudencia, pero no la tengo, nunca he trabajado con la prudencia, no soy prudente, mi amor me dice incluso que si somos prudentes no amaremos nunca. ¡Y hay que amar! «¡Pero esto no es prudente!“ Tanto peor, no somos prudentes, pero hacemos algo divino.

La maldad de otros no es razón para no amar

Los humanos son malvados, por supuesto, pero déjenles tranquilos, esto no es razón para que ustedes estén siempre sublevados, indignados, agriados. Yo también he visto estas cosas, y quizá incluso más que ustedes. Pero esto no es razón para no querer amar a nadie, para encerrarse y ser desgraciado. Porque, finalmente, se hacen daño a ustedes mismos.

Nuestras actitudes y pensamientos negativos afectas a quienes nos rodean

Claro que algunos dirán: «Pero yo soy libre de hacerme daño a mí mismo, porque me lo hago sólo a mí y a nadie más.” Pues bien, eso prueba que no han comprendido gran cosa. Estamos conectados unos con otros, y, si están tristes, deprimidos, si son oscuros, ello se refleja sobre aquellos a quienes frecuentan, y son, por tanto, responsables.

En apariencia no hacen daño a los demás, es verdad, no desean hacerles daño, pero se lo hacen, a pesar de todo, porque propagan ondas y partículas nocivas. Como la ley de fusión y de ósmosis funciona continuamente en todos los mundos, se arriesgan a empujar a muchos a ser como ustedes. Así pues, en vez de mejorar la situación, la empeoran, y son responsables de ello.

No tienen derecho a destruirse o a oscurecerse diciendo; «¡Sólo me hago daño a mí mismo!’ No, nada se produce en ustedes que no se refleje en los demás. Y si pensamos de otra manera es porque somos ignorantes y nos imaginamos que estamos separados de los demás y que los pensamientos y los sentimientos no influencian nunca a nadie.

Al contrario, influencian a los parientes, a los amigos, y hasta a los animales, a las plantas, a los objetos. Así pues, al hacernos daño a nosotros mismos, hacemos daño al mundo entero. ¡Vayan a justificarse después! Cuando conocemos las leyes, nos vemos obligados a razonar y a actuar de otra manera.

Dejen al resto en paz, y dediquen su energía a perfeccionarse ustedes

Dejen, pues, tranquilos a los demás, y ocúpense ustedes de trabajar para perfeccionarse, hasta el día en que hayan llegado a un esplendor tal que, cuando se presenten ante esta gente, les apabullen con su perfección. Entonces verán que están chapoteando en el barro. Pero al ir a ocuparse del barro, a hundirse en el barro con la intención de purificarlo, ¡serán ustedes quienes se embarrarán! Vuélvanse, pues, luminosos, y, cuando se presenten ante los demás, aunque no digan nada, comprenderán que se han extraviado.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 18, Jnani Yoga II
Cap. 8, El Amor.