Descendiendo desde la Roca de la Oración

Una estancia en el Bonfin era una experiencia de aprendizaje de lo que llamaba el verdadero trabajo, el único que es capaz de equilibrar todos los demás: «No dejen nunca la concentración, la meditación», repetía. Y como empleaba muy a menudo la expresión «hacer un trabajo» al hablar de los esfuerzos en la vida espiritual, le preguntarán más de una vez qué es lo que entendía por esta expresión:

«Este trabajo se encuentra donde no lo suponen. Es posible estar perfectamente inmóviles, sumergidos en el silencio, y participar en el trabajo de Dios. ¿Cómo? Elevándose hasta el Alma universal. Una vez llegados ahí, se conectan con ella, están con ella, en su obra. Nadie sabe lo que hacen, ni siquiera ustedes. Pueden estar en varios lugares del universo a la vez.»

Ello implica perseverancia en la búsqueda espiritual, y es en este sentido que le gustaba emplear la fórmula popular «Buena continuación» , con el fin de estimular en cada uno las fuerzas necesarias para «la acción de continuar tas cosas emprendidas y de llevarlas a buen término».

Sabía que en cada ser humano la fuerza más grande es la de perseverar, a pesar de todos los elementos que se conjuguen para impedirle proseguir sus esfuerzos en la propia transformación. De hecho,era de la transformación alquímica de lo que hablaba, utilizando la comparación con el tornasol -este indicador coloreado, antaño utilizado por los químicos- que acaba cambiando de color cuando se añade, gota a gota, un ácido a una base. «Una gota aún, ¡todavía una!, decía. Buena continuación… hasta que el rojo se vuelva azul.» La continuación, era la acción de continuar, hasta la transmutación.

En verano de 1960, un gran número de personas se encontraron en Bonfin para el congreso. Al alba, cuando el Maestro Omraam Mikhaël salía de su chalet y veía las numerosas siluetas que se dirigían hacia la Roca de la Oración, estaba cada vez profundamente conmovido. «Señor, pensaba, ¡qué belleza, ver a estos hermanos y hermanas que han venido para inclinarse ante tu grandeza!» Una mañana, después de la charla que había dado en la Roca, les confesó que había tenido que retener sus lágrimas al escucharles cantar.

El poder del canto y de la música

La bella música le llevaba a menudo a unos estados próximos al éxtasis, hacía vibrar en él todo lo que más íntimamente le conectaba con la perfección.Y, como había dicho dos años antes:

«Me sirvo de la música para materializar en el plano físico lo más magnífico y precioso para ustedes… Muy pocas personas se dan cuenta de la importancia de lo que escuchan. Pero aunque no se den cuenta yo sigo mi trabajo y me sirvo de la música que oímos. Entre ustedes, algunos están conectados conmigo, lo sienten y trabajamos juntos…

Para mí la cuestión es clara.Toda mi vida la he pasado con la música y a ella le debo muchos de los resultados de los que ahora me beneficio. Le debo enormemente, y también momentos inolvidables. Es evidente que ha habido muchos otros factores, pero la música ha tenido gran importancia en lo que he adquirido y obtenido.»

Si supieran los efectos de la música, cantarían todo el día

La música puede hacer vibrar las células más sensibles del ser humano conectándole con las entidades sublimes. En la India había observado que muchos ascetas no cantaban y hasta consideraban la música como una distracción. Esta concepción de la vida espiritual estaba muy alejada de su pensamiento personal; para él la música era esencial en la vida: «Si supieran lo que desencadena la música en nuestros diferentes cuerpos, etérico, astral y mental, cantarían todo el día…»

Louise-Marie Frenette,
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