Una explicación de este símbolo desde la Cábala

La presencia de la serpiente en el Jardín del Edén, presupo‏ne la existencia de criaturas anteriores a Adán y Eva. Estas criaturas tenían ya toda una existencia, pertenecían a una Jerarquía angélica que había sido enviada a la tierra con la misión de ejecutar ciertos trabajos. Después de haberlos realizado, al‏gunas de entre ellas no quisieron retornar hacia Dios.

Los ángeles se volvieron demonios, pero retuvieron todos sus poderes

Habían terminado su trabajo y creyeron que podían existir indepen‏dientemente de Él. Tenían la libertad de quedarse o de volver, y eligieron no regresar. Esta es la falta de aquellos a quienes se ha llamado los Ángeles rebeldes: la negativa de reintegrarse a la Fuente divina, la elección de una existencia apartada de Dios. Es así que, en esta separación, en este alejamiento, se convirtieron en demonios. Conservaron su ciencia, sus conoci‏mientos, pero perdieron el contacto con el amor divino y se convirtieron en criaturas maléficas.

Podemos observar que la serpiente no posee ni pies ni manos. Ahora bien, según el sim‏bolismo universal, los pies representan la bondad y las manos la justicia.

Esos ángeles rebeldes, formaban un egregor simbolizado por la serpiente rodeando el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal que, evidentemente es, él mismo, un símbolo, el de las dos corrientes luminosa y tenebrosa, una que viene de lo alto, y la otra de abajo; lo «alto» fue después asimilado al sol, al Cielo, y «abajo» al centro de la tierra, al Infierno.

Los intercambios de Eva con la serpiente gradualmente solidificaron su cuerpo de luz

En el Jardín del Edén, Adán se ocupaba de los animales, pero esos animales no eran como los vemos hoy en día: ellos también, como el hombre, poseían un cuerpo luminoso, vivían en la misma región que él. Adán es quien se ocupaba de ellos: había recibido del Creador la misión de darles un nombre, lo que prueba que poseía una gran ciencia, pues los nombres son del dominio de la Cábala. Los nombres están constituidos por letras que corresponden a números. Cada letra, cada número, está en relación con fuerzas cósmicas, principios universales. Adán, que conocía las vibraciones de cada criatura y sus co‏rrespondencias con las estrellas, con los planetas, con las co‏rrientes cósmicas, encontraba exactamente el nombre que co‏rrespondía para cada una de ellas.

En cuanto a Eva, se ocupaba de la vegetación, de la que es‏tudiaba sus propiedades. Y como siempre se paseaba entre las plantas, llegó finalmente hasta un árbol que no conocía. Como era curiosa, comenzó a dar vueltas alrededor de él; quería sa‏ber, quería conocer esa corriente que venía desde muy abajo, desde las raíces de las cosas. Pero para eso era necesario des‏cender a las profundidades de la materia, y por consiguiente, dejar el Paraíso que era una región de encanto, de inspiración, de luz. Y como en esa corriente vivían las criaturas caídas que se habían separado de Dios, Eva las conoció.

Y conocer significa hacer intercambios. En lugar de conti‏nuar haciendo intercambios con el Cielo, con el Árbol de la Vida que representaba las corrientes del Cielo, Eva comenzó a hacer intercambios con la serpiente, con el jefe de esos espíri‏tus caídos que la tradición llama Samael; entró así en contacto con otros aspectos de la vida, y ese contacto produjo una sacu‏dida en su cuerpo de luz. Pero Eva no fue invadida de inmedia‏to por las fuerzas astringentes que iban a endurecer su cuerpo y separarlo de esa tierra luminosa en la que vivía, y maravillada, se apresuró a relatar su extraordinaria aventura a Adán. Adán fue, él también, cerca del árbol en donde se encontró con espíritus hembras, que la Cábala menciona bajo el nombre de Lilith, e hizo intercambios con ellas.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 32, Los Frutos del Arbol de la Vida: La Tradición Cabalística
Cap. 6 La Caída del hombre y su Renacimiento