Un verdadero espiritualista no se priva: come, bebe, respira, ama, pero en unas regiones, en unos estados de conciencia maravillosos, desconocidos para el hombre ordinario. Cuando se habla de renuncia, la gente se asusta y dice: «Pero si renuncio, me voy a morir.» Y es cierto que van a morir. Si no comprenden que la renuncia les dará algo mejor, van a morir. No se trata de dejar de beber, dormir, respirar, amar, crear hijos, sino de hacerlo mejor.

Cada día hay que pensar en hacer esta sustitución para crear un movimiento, una circulación de energías, porque si no, todo se estanca, se atrofia, y aparece el moho, la fermentación, la podredumbre. Siempre debe manar un agua nueva. Y para hacer manar este agua nueva hay que conectarse todos los días con el Cielo, meditar, rezar, todos los días. Porque sólo es verdaderamente nuevo lo que viene del Cielo.

Evidentemente, esta solución de reemplazar la encuentran a menudo los humanos por sí solos. Cuando una mujer quiere liberarse de un marido que sólo le trae complicaciones, ¡trata de buscarse otro! Instintivamente, los humanos se conducen de acuerdo con los preceptos de la sabiduría eterna, pero estos preceptos no siempre son bien aplicados.

Un hombre piensa que cambiando de mujer será más feliz; pero no es seguro que encuentre la felicidad, ¡quizá, incluso, por escapar de una arpía, caiga bajo otra aún peor! O bien se quiere cambiar de régimen político, pero el siguiente tampoco es mejor.

Los humanos sienten confusamente que hay que cambiar algo, sí, pero no es tanto en lo exterior donde hay que introducir cambios sino en nosotros mismos.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
El Trabajo Alquímico o la Búsqueda de la Perfección.
Capítulo 9, El Sacrificio, Transmutación de la Materia.