Muy pocos son conscientes de la necesidad de añadir algo nuevo cada día a su vida, algo más poderoso, más luminoso; ni siquiera saben los peligros que les hace correr esta vida al ralentí con la que se contentan, todas las enfermedades físicas y psíquicas que les acechan y que sólo esperan el momento de poder entrar en ellos para morderles y roerles. La Inteligencia cósmica no ha construido tan maravillosamente al ser humano para dejarle dormir, anestesiarse; lo ha preparado para que pueda avanzar sin cesar en el camino de la evolución que lo llevará hasta los ángeles… hasta Dios.

En realidad, esta ley de evolución no rige tan sólo la existencia humana. Cada reino de la naturaleza, mineral, vegetal, animal, humano… tiende a aproximarse al reino superior.

Las piedras son las más antiguas sobre la tierra; son inertes, insensibles, no tienen ninguna posibilidad de moverse o de crecer. Por eso su ideal es el de llegar a ser plantas.

El ideal de las plantas es convertirse en animales. Están enraizadas y no pueden desplazarse ni experimentar sentimientos como los animales; por eso desean escapar del suelo y moverse. Pero para que sus células puedan evolucionar tienen que entrar en el cuerpo de los animales. Para ellas no hay otro medio de evolución que el de sacrificarse dejándose comer o quemar.

El ideal de los animales es llegar a ser humanos dotados de razón.

El ideal de los humanos es llegar a ser ángeles, y el de los ángeles, llegar a ser arcángeles o divinidades. Porque en la escala de la evolución cada categoría de seres posee cualidades que no posee la categoría precedente. Cada una procura, pues, acercarse a la siguiente, superar el grado ya alcanzado.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
El Trabajo Alquímico o la Búsqueda de la Perfección.
Capítulo 9, El Sacrificio, Transmutación de la Materia.