Nuestro yo terrestre está hecho de “yoes» cambiantes, inestables ¡y tan diferentes! Pero puesto que somos siempre nosotros los responsables de todos los “yoes” que meten la pata, nosotros debemos sufrir y reparar por ellos. Nuestro verdadero Yo nunca comete crímenes o errores, permanece siempre arriba en la pureza y la luz, y nosotros debemos, un día, unirnos a él, fusionarnos con él.

Cuando queremos conocernos, es decir, cuando queremos reencontrarle, nuestro Yo superior inmediatamente es alertado de que, por fin, por primera vez, el trabajo más grande que existe en la Tierra ha sido emprendido, Es alertado y se alegra, Todo lo demás que hacemos le deja indiferente, frío.

Nuestro Yo Superior sólo presta atención cuando decidimos conocerle

Que seamos generales, ministros o emperadores, o que tengamos un accidente, o que nos encontremos, en la miseria o desesperados, todo eso no le afecta. Sólo el día en que queremos por fin conocerle es alertado y empieza a prestarnos atención.

En realidad existen para el discípulo dos métodos que le permiten reencontrarse: el primero consiste en concentrarse en su ego, en su yo humano. Este yo es limitado, ilusorio, por supuesto, pero es, a pesar de todo, una realidad…Aunque digan que no existe, ¡existe al menos como inexistencia!

Conectando con el Yo Superior

El primer método consiste, pues, en servirse de este débil medio, de esta pantalla del yo, de la conciencia, que no es enteramente ustedes, pero que si es, sin embargo, una parte de ustedes, una lejana manifestación de vuestro Yo superior.

Se aferran a esta conciencia,. La retienen sin hacer otra cosa que permanecer conscientes, y se quedan así durante varios minutos… manteniendo esta consciencia de ustedes mismos. Entonces, poco a poco, como su conciencia está ya conectada con el infinito de su supraconsciencia que está arriba, en el Yo superior, esta atención, esta concentración, llega a alcanzar al Yo superior.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Sèvres, 17 de Enero, 1971

Obras Completas, vol. 17, Jnani Yoga – Conócete a ti mismo I
Cap. 8, El Yo Superior