Evidentemente, de vez en cuando, doy la razón a los humanos cuando tienen miedo de meterse en la espiritualidad. En el plano físico, que es concreto, visible, sentimos que andamos y que trabajamos con seguridad. El mundo espiritual, al contrario, es tan vago, tan incierto, ¡tan desconocido! Hay peligros, abismos…

Y además, vemos también cómo en este dominio no hay muchos que sean modelos capaces de mostrar lo maravilloso que es este camino. Si, es verdad, el mundo espiritual puede parecer indeterminado, informe, porque el ser humano no posee para abordarlo unos órganos que estén tan a punto como los que le permiten trabajar en el mundo físico: las manos, los ojos, los oídos.

Parece peligroso porque no hemos desarrollado los sentidos adecuados

Pero, si estudiamos bien esta cuestión, veremos que el mundo espiritual es el mundo más seguro, el más real, el más claro, y que sigue siendo inmutable y bello durante toda la eternidad. Mientras que el mundo material no es estable, no es eterno, se disgrega.

Si la mayoría tiene miedo de abordar el mundo espiritual, es porque no han desarrollado ciertos sentidos y no tienen guía para dirigirles. La realidad material, palpable, accesible a los cinco sentidos, no es la verdadera realidad.

Con una guía adecuada, podemos experimentar la belleza extraordinaria del mundo espiritual

La verdadera realidad es la del alma y el espíritu, pero: para tener acceso a ella, hay que haber desarrollado otros sentidos, y, sobre todo, tener un Maestro. Si no, es peligroso, evidentemente, podemos cometer muchos errores y hacernos daño desencadenando fuerzas hostiles.

Si estamos bien guiados y trabajamos bien, no hay nada mejor que el mundo espiritual. El mundo físico es bello las flores, los cristales, los árboles, los pájaros, las montañas, los humanos, las estrellas, ¡son extraordinarios! Pero, en comparación con el otro mundo, palidecen.

Si no sabemos dirigirnos en el mundo espiritual, no debemos acusarle a él, sino a nosotros mismos. Teníamos una confianza ilimitada en nosotros mismos, no quisimos Maestro, no quisimos guía, ¿de quién es entonces la culpa si caímos en un precipicio?

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Sèvres, Febrero 19, 1970

Obras Completas, vol. 17. Jnani Yoga I: Conócete a ti mismo.
Cap. 3, Espíritu y Materia