Todos los seres a los que se dirigen son como «tiendas» donde piensan encontrar un poco de esperanza, de consuelo, de amor, de fe… Puede suceder que se les reciba a veces a puntapiés: se trata entonces de una tienda que no tiene lo que buscan, y se sienten desgraciados.

Por eso nuestro trabajo en la Fraternidad consiste en incitar a los humanos a abrir tiendas… sí, pero tiendas tan civilizadas, cultivadas, en el sentido espiritual del término, que yendo hacia los demás cada cual pueda encontrar la Divinidad. Trabajamos para crear una humanidad así. Cuando esté realizada, nadie querrá quedarse solo en su rincón, porque yendo hacia los demás cada cual encontrará aquello que necesita, y volverá a su casa feliz, con sus problemas resueltos.

¿Por qué las mujeres buscan marido?

Esta es la nueva humanidad que estamos preparando en la Fraternidad. Todos los hermanos y hermanas son ya como tiendas: cada cual ofrece sus energías, sus fluidos, sus cualidades propias. Un hermano trabaja sobre la pureza, y junto a él sienten que se vuelven puros; otro está lleno de amor y junto a él sienten el influjo de este amor; junto a otro, se vuelven más sabios o más fuertes… Es así como se alimentan de todas las cualidades que necesitan, y se encamináis hacia la perfección.

La naturaleza nos ha preparado en sus laboratorios para que podamos buscar en otra parte lo que no poseemos en nosotros mismos y que, sin embargo, necesitamos. La prueba: ¿por qué un hombre busca casarse con una mujer? Porque hay ciertos elementos que le faltan y que sólo puede encontrar en la mujer. Eso también es cierto para la mujer: busca un marido para encontrar lo que ella no posee. Pero el matrimonio es una solución insuficiente, completamente insuficiente. Sólo manteniendo relaciones fraternales con una colectividad se puede encontrar todo lo que se necesita.

Una pareja aún necesita dos pasajes

Naturalmente, no podemos suprimirnos como individuos para fusionarnos con la colectividad; seremos siempre un individuo, pero este individuo debe llegar a vibrar al unísono con los demás y participar en la vida colectiva. Podemos convertimos en un ser colectivo siendo al mismo tiempo un individuo.

El hombre y la mujer, por ejemplo, hagan lo que hagan, siempre permanecerán separados; a pesar del amor que les une, siempre serán dos, separados, distintos. Cuando van al autobús, o al teatro, o al restaurante, deben tomar dos billetes, dos plazas, dos asientos… Y si alguna vez dicen: «Pues no, nosotros somos uno», no convencerán a nadie de esta «unidad» ¡y posiblemente les envíen a un manicomio!

La vida colectiva, cósmica, universal, está en la mente

Así pues, cuando hablo de pertenecer a una colectividad, es preciso que me comprendan: no se trata de cortarse en pedazos para dispersarse en esta colectividad. No, seguiremos siendo siempre individuos con un nombre, un cuerpo, pero interiormente viviremos una vida colectiva, una vida cósmica, una vida universal. Sólo en el pensamiento nos convertimos en uno.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 26. Acuario: Llegada de la Edad de Oro, I.
Cap. 3, La idea de la Pan-Tierra