Plaza de San Pedro

La Iglesia de San Juan, que se ha visto siempre obligada a vivir y a trabajar en secreto, sigue formando hijos e hijas de Dios, y va a mostrarse ante todo el mundo, manifestando su superioridad y su riqueza.

En este momento, lo quiera o no, la Iglesia de san Pedro se verá obligada a cambiar, a reformarse. Naturalmente, en esta Iglesia han existido algunos seres escogidos, pero en cuanto a los demás, ¡mejor no hablar de lo que se ocupaban! Y en lugar de comprender que debían instruirse, progresar, se han dedicado a perseguir a los que les superaban.

¿Creen que durante siglos los sacerdotes, los obispos, etc… entraban en la Iglesia por amor de Dios, por vocación? Tengan en cuenta que era lucrativo, honorífico, ¡y maravilloso para los perezosos! ¿Qué hay que hacer allí? Algunas misas, algunos rezos, algún bautizo, algún matrimonio, y el resto del tiempo, ¡libres!

Naturalmente, algunos tenían vocación, sentían la necesidad de consagrarse enteramente al Señor, e irradiaban, arrastraban a las masas por lo que se desprendía de su alma a través de sus ojos, su palabra, su presencia. Eran templos de Dios.

Pero para muchos, estar en la Iglesia no era más que una cómoda ocupación. Por otra parte, actualmente, se está produciendo el mismo fenómeno en la clase médica. En las Iniciaciones de la Antigüedad, sólo era médico aquel que había recibido de Dios el don de curar. Entonces, sólo con su presencia, mediante algunas palabras, imponiendo sus manos sobre el enfermo, le curaba. Ahora, viendo que se ganará mucho dinero, que se adquirirá prestigio, influencia, etc… se escoge ser médico.

Y es así como todo tipo de granujas que quieren ganar dinero a cualquier precio envenenan al mundo entero; pero esto no importa, pasan por médicos. Es el incentivo de la ganancia lo que motiva a los humanos: muchos no escogen un oficio a no ser que proporcione dinero o gloria. No tengo ningunas ganas de rebajar a los médicos o a los sacerdotes, dejémosles donde están, pero yo les estoy diciendo la verdad.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
El Bonfin, 25 de agosto de 1965

Obras Completas, vol. 26.  Acuario, llegada de la Edad de Oro – II
Cap. 2 secc. ii, La verdadera religión de Cristo