Mikhaël nunca intentó presionar a nadie, ni se servía de sus poderes o de su clarividencia para atraer o impresionar a la gente. Cuando le preguntaban si era clarividente, respondía que no; «Sólo siento un poco las cosas.» Afirmaba sinceramente que no poseía la capacidad de ver las cosas cotidianas y prosaicas. La única clarividencia válida a su entender era la que se producía como una ampliación de la conciencia, en el momento en el que «nos volvemos conscientes de las cosas que ignorábamos todavía el día anterior, con respecto a las cuales estábamos aún dormidos y ciegos.» Repetía que la mejor forma de obtener la verdadera clarividencia era purificándose y amando a Dios.
Nunca animaba a sus oyentes a consultar a los clarividentes, por la buena razón de que no era eso lo que podía ayudar a transformarles. Por otra parte, había visto a muchos que habían sufrido desequilibrios después de haberse dedicado a diversas experiencias ocultas.

El «Mundo de las Ideas» de Platón, es una realidad

Sin buscarlo, daba a menudo pruebas de que su capacidad de visión se ejercía en niveles muy altos. Con el paso del tiempo se pudo constatar que conocía el pasado o el futuro de la gente que le rodeaba, así como las perspectivas de futuro del mundo y de las sociedades. Todas sus experiencias fuera del cuerpo física le habían hecho conocer el mundo de las ideas del que hablaba Platón, este mundo que contiene todas las verdades y los pensamientos más nobles, más puros.

Muchas personas a menudo le agradecían por ayudarles o sanarles. Él sonreía y respondía que él no tenía nada que ver con ello, que había en el mundo invisible muchos amigos que tomaban su forma y su rostro para actuar en su nombre: «Estos espíritus hacen el bien en la Tierra ¡y están muy contentos de que otro se lleve la fama! Es a ellos a quienes hay que dar las gracias.». Sabía que las enfermedades son causadas a menudo por obstrucciones a niveles sutiles, y trabajaba con el pensamiento en estos niveles.

Sus poderes de sanación

Un día fue invitado a visitar a un paralítico que había consultado en vano a los mejores especialistas. Se quedó mucho tiempo junto a él, le observó con gran atención y le escuchó hablar. Finalmente le dijo que podría curarse si verdaderamente quería: «Si usted cree en ello con todas sus fuerzas, caminará de aquí a uno o dos meses.»

Cuando le prescribió unos ejercicios respiratorios especiales, unas oraciones y meditación, los miembros de la familia no daban crédito a lo que oían, pero el enfermo puso en práctica esta extraña terapia con una confianza absoluta.

Poco a poco la parálisis cedió terreno, hasta tal punto que pronto pudo volver a andar. Algún tiempo después el Hermano Mikhaël habló a sus oyentes de este hermano que todos conocían. Insistió en la importancia de no acumular en uno mismo los venenos, y de permanecer en contacto con el río celeste mediante la oración, la meditación, la purificación.

Las emociones negativas son venenosas para el organismo humano

«Existen venenos extraordinarios que depositan en las paredes de todos los canales de nuestro cuerpo unos fluidos que obstaculizan su buen funcionamiento. Estos venenos son las angustias, las inquietudes, los descontentos, los celos, el rencor. Es necesario que el fluido nervioso circule bien, y para ello tenemos necesidad de luz… Lo primero que hay que hacer es mejorar y limpiar todas las canalizaciones a fin de que el fluido nervioso y el pensamiento puedan bañar y alimentar todas las células. Proyecten pues su pensamiento en todas las partes donde falta luz.».

Louise-Marie Frenette,
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