Una serie de extractos de esta maravillosa biografía por Louise-Marie Frenette
Relatos de testigos, investigados en cientos de entrevistas en Francia y Bulgaria

En 1930 o 1931, Mikhaël dejó de asistir a cursos en la Universidad. Dirá que parte de estos estudios le habían hecho perder el tiempo y que había decidido olvidar muchas cosas porque «tendían un velo entre la realidad y su vida».

En Bulgaria, antes de ser admitido a un puesto de profesor en Sofía o en otra gran ciudad, se debía enseñar durante tres años en un centro de aldea. Al comienzo de las clases. Mikhaël obtuvo un puesto de maestro en un liceo no lejos de la capital. Es allí probablemente donde habitó en una casita «tan pequeñita que dos personas no podían entrar en ella al mismo tiempo». En la escuela aplicó unos métodos pedagógicos que no se parecían mucho a las costumbres de la época, y pronto obtuvo unos resultados que superaban sus expectativas.

Observó que la delincuencia había aumentado en su país después de unas representaciones teatrales sobre la vida de un bandido llamado Zigomar. Convencido de que el teatro y el cine tienen mayor repercusión que la escuela, la iglesia o la familia, y que son capaces de sugestionar y modelar a las personas, dirigió a unos niños para que interpretasen obras teatrales cortas. Una de ellas, la leyenda de Tolstoi sobre el grano de trigo, obtuvo gran éxito entre los padres. Con la intención de despertar el espíritu y el corazón de sus alumnos a ideas nuevas, les explicaba el significado y la belleza de los textos que recitaban. Los niños hablaban en casa de este nuevo maestro tan diferente de los demás, y los padres, agradecidos, le hacían frecuentes visitas.

Tres o cuatro años más tarde llegó a ser director de colegio y, durante el corto periodo en el que asumió esta responsabilidad, estuvo más ocupado que nunca. Sus métodos, basados en una pedagogía de amor y de paciencia, crearon una vez más una relación sincera y dinámica entre él mismo y los niños. Los padres, no sabiendo cómo agradecérselo, le traían quesos, nueces, frutas. Su despacho estaba perfumado. Sin embargo, también se atrajo los celos y el rencor de algunos profesores que no estaban interesados en cambiar su forma de tratar a los estudiantes y se opusieron a él de diferentes maneras.

La envidia le sorprendía siempre; le costaba darse cuenta de su poder y tenacidad. Pero a pesar de sus nuevas responsabilidades y de los problemas que surgían sin cesar, estaba lleno de energía desbordante y comenzó a dar charlas sobre la espiritualidad para los campesinos de la región. Muchos venían a escucharle, y les gustaba este nuevo director que hablaba con imágenes, con gestos expresivos, que tenía mucho humor y que salpicaba sus conferencias con anécdotas para ilustrar su pensamiento.

Louise-Marie Frenette,
Extracto de The Life of a Master in the West  (En Amazon, hacer click en ‘look inside’)
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