Mikhaël – sentado a la derecha y ligeramente detrás de Peter Deunov

Entre los medios que Mikhaël utilizaba para abrir su alma y su espíritu a los mundos espirituales estaban el ayuno y los periodos de silencio. A lo largo de su vida en Bulgaria, realizó varios periodos de retiro silencioso de treinta días, siguiendo tos consejos de los Maestros hindúes.

En el contexto de la India, en donde se hace este tipo de ejercicio con el fin de obtener revelaciones interiores, hace ya falta un gran autodominio, pero en los países en los que la mayoría de la gente no comprende su significado este ejercicio es todavía más difícil. Para perseverar, Mikhaël debía recurrir a toda su disciplina personal, a toda su fuerza interior. Le hacían preguntas, trataban de hacerle hablar, los niños del barrio se burlaban de él. Pero las cosas que obtenía en el silencio eran ciertamente muy preciosas, y por eso no se contentará con una única experiencia durante los veinte años pasados junto a Peter Deunov, sino que la repetirá en varias ocasiones.

A los treinta años todavía no se encontraba preparado. Convencido de que debía purificar aún sus motivaciones, reforzar su voluntad y su desapego, pedía sin cesar a los seres invisibles cuya presencia sentía «que le dieran la fuerza para trabajar por el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra».

Sus amigos, reconociendo su experiencia espiritual y sabiduría, recurrían a menudo a él. Sin embargo, una relación amistosa con Mikhaël no estaba nunca bajo el signo de la facilidad. Era muy exigente consigo mismo, y aunque estaba lleno de bondad y de comprensión hacia ellos, también tenía grandes exigencias; trataba de estimularles, de proporcionarles algo vivificante. Su deseo de ayudar a todos los que encontraba le llevaba a interesarse por ellos en profundidad.

Sus miras elevadas y su integridad a veces molestaban y hasta exasperaban. Algunos se enfadaban, otros le envidiaban, celosos de la influencia que tenía en sus amigos sin él pretenderlo. Sin embargo, la mayoría de las veces llegaba a la gente y alcanzaba el corazón de sus preocupaciones personales. Su espontaneidad y sinceridad atraían la amistad. Y aunque su franqueza le había ocasionado enemistades, sabía que debía convivir con eso, lo mismo que se convive con la luz y las tinieblas, ambas necesarias en la vida.

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Peter Deunov enseñando la Paneurritmia, la Danza Circular Sagrada, en el centro de Izgrev, en Sofía.

Dirá más tarde que había tratado de ayudar a todos los que se dirigían a él, de darles apoyo, pero que había tratado de hacerlo orientándoles hacia el Maestro Peter Deunov, centrando su atención en los aspectos de esta enseñanza que podían iluminarles. No trataba de enseñar por sí mismo, probablemente desconfiaba de hacerlo. En su pensamiento, la humildad era esencial para la evolución, y seguía permaneciendo en un segundo plano.

Cuando iba a Izgrev llegaba discretamente. A pesar de su profundo conocimiento de la enseñanza de Peter Deunov no daba conferencias como hacían muchos otros discípulos a quienes invitaban a menudo a comidas y reuniones para hablar.
En realidad, toda su vida estaba orientada hacia algo muy especial e inusual.

(Continúa…)

Louise-Marie Frenette,
Extracto de The Life of a Master in the West  (En Amazon, hacer click en ‘look inside’)
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