La evolución, la transformación de la materia, es de lo que se trata la vida. Exactamente qué formas y manifestaciones veremos en el futuro, es otra cuestión, pero hay una razón, un plan, una ley que empuja a toda la creación a evolucionar. Es por ello que quienes contribuyen a esta evolución son ayudados y animados. Todo debe evolucionar. Incluso los minerales evolucionan. La evolución de los minerales es imperceptible pero no menos real: hay una fuerza trabajando en su interior, que eventualmente les permitirá manifestar sus propiedades y virtudes inherentes.

Las piedras preciosas y los metales que poseen propiedades benéficas, sanadoras, son los minerales más altamente evolucionados. Las plantas también evolucionan y, mientras más evolucionan, más producen flores y frutos con benéficas propiedades curativas y nutritivas. Lo mismo es cierto de los animales y también de los seres humanos: es incluso cierto para todo el sistema solar, que gradualmente se mueve hacia la constelación de Hércules.

Todo en el universo debe avanzar, mejorar y evolucionar, y cuando algo o alguien desobedece esta ley, es destruido: civilizaciones humanas, mundos, e incluso constelaciones se han desvanecido porque han desafiado la ley de evolución. En efecto, se sorprenderían de saber cuántas cosas en el universo están siendo continuamente destruidas o están desapareciendo, mientras nuevas cosas aparecen. El cerebro humano es aún incapaz de contener la inmensidad del universo.

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Desde ahora, entonces, preparen sus mentes para tomar esta ley de evolución seriamente, y decirse a ustedes mismos que deben evolucionar, que deben progresar, de otra manera se encontrarán en contra de la ley. Si trabajan con este espíritu, estarán restaurando el orden en vuestro interior, vuestra vida completa se transformará y crearán un futuro magnífico para ustedes mismos.

Desafortunadamente, muy pocos hombres y mujeres tienen esta idea: trabajan, pero el objetivo de su trabajo no es la perfección, al contrario, trabajan para dominar a más personas, para adquirir más posesiones y tener más placer. No trabajan y estudian por una idea divina. Pueden ver la prueba de ello en el hecho de que, una vez que han conseguido lo que querían para sí mismos, no trabajan ni estudian más. Sí, todos trabajan, pero el objetivo por el que trabajan siempre es egoísta.

No esperen que la perfección venga de otra parte. Prometer a los seres humanos que se les dará todo lo que quieran, sin que hagan el menor esfuerzo, es conducirlos erradamente. En efecto, si siempre consiguieran todo lo que pidieran, serían más infelices que nunca. ¿Por qué? Porque no les habría costado esfuerzo alguno: es cuando nos esforzamos por algo, que somos más felices.

(Continuará…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Obras Completas, Vol. 25, Acuario: Llegada de la Edad de Oro