Muchas personas no tienen sentido del valor de las cosas. Sean sagradas o no, espléndidas y preciosas o no, simplemente se dejan caer sobre ellas. No importa si se encuentran con gentes llenas de cualidades y virtudes, si ven las estrellas y el sol: permanecen insensibles, tristes y desgraciados. No han, pues, sentido nada, visto nada, comprendido nada, no se alegran, y todo este esplendor es desperdiciado ¡ Así son los humanos! Y todo el mundo lo encuentra normal.

El Cielo y la Tierra puede pertenecer a todos nosotros

Pero yo les digo que, aunque se encuentren con arcángeles y divinidades venidos del cielo, de nada les servirá, ni tendrá en ustedes efecto alguno mientras no hayan trabajado sobre este elemento que sabe conocer y apreciar el valor de las cosas. Por todas partes serán desgraciados y ni siquiera en el Paraíso verán el esplendor del Reino de Dios.

Cuando les digo a veces que pueden poseer el Cielo y la tierra, no me creen. Y sin embargo, es verdad, el mundo entero puede pertenecerles. Y, ¿cómo? Les pertenecerá interiormente. ¿Por qué habría de pertenecerles exteriormente? ¿Qué harían con todos esos bosques y todas esas montañas?… Todavía no me han comprendido cuando les decía: «El cielo y la tierra serán míos… Y les digo, incluso, que también les pertenecerán a ustedes…

El poeta en el jardín del rico

¿Cómo pueden pertenecer las cosas a varias personas a la vez? En el mundo físico, lo que pertenece a uno no puede pertenecer a otros, pero ello es posible en el mundo divino. Les daré un ejemplo: un hombre muy rico posee un parque suntuoso con las flores más bellas y los árboles más hermosos, pero está tan absorbido por sus negocios que no tiene tiempo de pasear por su parque, no lo ve, ni lo aprovecha.

Pero he aquí que un poeta viene todos los días a este parque ; escucha el canto de los pájaros, contempla las flores y los surtidores, respira el perfume de las rosas y escribe poemas… Entonces, ¿a quién pertenece este parque? Al poeta. ¿Y el otro, el propietario? ¡Paga los impuestos! ¿Y la tierra? Es propiedad de muchos países, pero me pertenece a mí.

El disfrute es inversamente proporcional a nuestras posesiones

¿Por qué no? Y a ustedes también. Se trata, simplemente de una cuestión de puntos de vista. Hoy les doy el secreto para obtener todo lo que deseen: deben buscar este punto que se halla en lo más alto, en la cúspide, aunque sólo sea una partícula… La toman, la absorben y se sienten los dueños del mundo.

Sí, esa es la sensación. Si quieren llegar a una mejor comprensión, a alcanzar las sensaciones más vastas y sutiles, deben trabajar ese otro elemento, el gusto, pero no pueden saborear nunca estas sensaciones si piensan que lo que poseen y obtienen en el plano físico puede ser la solución definitiva. El gusto es, a menudo, inversamente proporcional a la cantidad. Se darán cuenta de que, cuanto más aumenta el lado material, físico, más disminuye el gusto.

Cuando nos enamoramos…

Observen a los enamorados. Al principio, cuando no hacen más que intercambiar miradas y sonrisas o escribirse cartas, se sienten propulsados hacia el cielo; pero cuando empiezan a ir mucho más lejos, ya no poseen la misma alegría ni las mismas inspiraciones. Por lo tanto, también en ese campo es verídico lo que les decía: si aumentan un lado, el otro disminuye.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Sèvres, 16 de enero, 1972

Obras Completas, vol. 7. Los Misterios de Iesod.
Parte 1. Iesod refleja las virtudes de los demás Sefirot