Para ser feliz y vivir plenamente, el género humano debe aprender a realizar correctamente los intercambios y, sobre todo, a abrir su corazón a la naturaleza, a sentir que está ligado a ella, que forma parte de ella. Quien abre su corazón a esta corriente divina que atraviesa el universo, realiza el intercambio perfecto, despertándose un nuevo intelecto en él, gracias al cual empieza a captar las cuestiones filosóficas más sutiles.

Si le preguntamos: «¿Sabe usted que tal filósofo ha escrito lo que usted dice?». No, lo desconoce, pero no es necesario que lo sepa. Lo que verdaderamente conoce es el intercambio, porque lo vive y lo siente. Está muy bien decir que tal pensador ha escrito esto o aquello, pero está mucho mejor aportar pruebas extraídas de la propia experiencia. En lugar de leer libros, es preferible unirse con la única fuente verdaderamente inagotable e inmortal: la naturaleza.

De ahora en adelante, debemos aprender a extraer citas del gran libro de la naturaleza, en el que todo está inscrito, pues los seres humanos perecerán, y debido a sus imperfecciones, todos ellos se habrán equivocado de alguna manera, mientras que la naturaleza permanecerá eternamente viva y verídica.

Pueden aprender de un Maestro genuino en cinco minutos…

Un gran Maestro, un gran Iniciado es un ser que conoce la estructura del hombre y de la naturaleza, así como los intercambios que debe realizar con ella mediante sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos. Por esta causa, los orientales afirman que se aprende más permaneciendo cinco minutos junto a un verdadero Maestro, que veinte años en la mejor universidad del mundo.

La universidad enseña sobre los aspectos superficiales

Al lado de un Maestro se aprende la ciencia de la vida, porque todo gran Maestro lleva con él la verdadera vida. La gran diferencia entre los estudios que se hacen en la Universidad y los de una Escuela iniciática, es que en la Universidad se aprende todo lo que es externo a la vida.

Después de varios años de estudios no se ha producido cambio alguno, manteniéndose las mismas debilidades y las mismas imperfecciones. Naturalmente, quizá nos hayamos convertido en sabios distinguidos, célebres; quizá hayamos aprendido a manipular instrumentos, a hacer citas, a servirnos de la lengua, e incluso a ganar mucho dinero, pero las posibilidades de deformar la mentalidad de los demás también han aumentado. Por el contrario, quien estudia la Ciencia Iniciática experimenta, después de cierto tiempo, una profunda transformación en si mismo: su discernimiento, su fuerza moral han aumentado, siendo una bendición para los demás.

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Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Izvor 216, Los Secretos del Libro de la Naturaleza
Cap. 1, El Libro de la Naturaleza