La nueva Jerusalén se está preparando para venir a este mundo, descendiendo del cielo, es decir que los ángeles vienen a trabajar sobre los humanos para embellecerles y hacerles perfectos. Cada día, cada noche, se van las partículas oscuras que no vibran en armonía y son reemplazadas por otras, ligeras, flexibles, luminosas.

Millares de ciudades nuevas se están preparando y formarán juntas esta nueva Jerusalén en la que Dios habitará sin llantos ni sufrimientos.

La nueva Jerusalén son los hijos de Dios, los niños de Dios, aquellos en quienes Cristo ha nacido. En este momento, naturalmente, la nueva Jerusalén se convierte en una sociedad ideal en la que todos viven como hermanos. Por fin la nueva Jerusalén es el centro iniciático que siempre existió tal como lo describe san Juan, en donde todo es de oro, perlas y piedras preciosas. Porque todo lo que existe en lo alto como verdades, como substancias, debe también representarse materialmente en la tierra.

Si estudian la tierra, verán, naturalmente, que está hecha de capas sin brillo, oscuras; pero hay seres que trabajan sobre ella para purificarla. En realidad los metales preciosos, las piedras preciosas, son tierra, ¡pero transformada y sublimada!

Las piedras preciosas simbolizan las cualidades de los seres humanos

Una piedra preciosa es una quintaescencia de lo que hay de más puro en la tierra. Y entre los humanos, los Iniciados son las piedras preciosas, la quintaescencia del género humano. La costumbre de colocar piedras preciosas en la corona de los reyes, o los adornos de los sacerdotes, vienen del conocímiento de que las piedras preciosas representan las cualidades y las virtudes de los seres más evolucionados, representando cada piedra una virtud diferente.

Así pues, a una persona sabia, inteligente, le corresponde un topacio; a un ser de paz, le corresponde un zafiro; a un entusiasta, lleno de fuego, le corresponde un rubí… si se colocan piedras preciosas en las coronas, se debe a que ya existen en la corona del Creador. El creador está engalanado con una corona y en esta corona hay piedras preciosas: los Arcángeles, las Divinidades…

La nueva Jerusalén, mis queridos hermanos y hermanas, es el ser humano perfecto, es la vida universal perfecta, es este reino de paz y de justicia en donde reina Melquisedec. Esta nueva Jerusalén vendrá: antes de que termine este siglo, vendrá, todos lo han profetizado, y se tratará de algo que ni tan siquiera lo pueden imaginar. Habrá un templo con las doce piedras preciosas que menciona san Juan. Estas piedras preciosas se conservan en el lugar donde habita el Rey de justicia y de paz… montañas de piedras preciosas guardadas para esta época. Pueden creerme o no, me da igual, pero lo verán, algunos de ustedes lo verán.

Un aura poderosa es nuestra protección

Pero ante todo, se precisa que seamos nosotros quienes nos convirtamos en la nueva Jerusalén con las doce puertas funcionando bien para que los intercambios se produzcan, así como la transfiguración. Porque se los repito, esta nueva Jerusalén debe ser comprendida ante todo simbólicamente.

«Tenía una muralla grande y alta», dice san Juan. La muralla es una protección, por lo tanto el símbolo de un aura poderosa que envuelve al hombre protegiéndole. Cuando el ser humano posee un aura poderosa, está protegido por la radiación de la propia luz.

«Tenía doce puertas, y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son los de las doce tribus de los hijos de Israel». Estas doce tribus representan las doce funciones, porque detrás de cada una de estas puertas, tanto si se trata de los ojos, como de las orejas, la boca, etc… hay un ángel. E incluso voy a decirles algo que les pido escuchen en un estado de máxima pureza.

Tanto si se trata de un hombre, como si se trata de una mujer, todo ser que esté suficientemente purificado puede convertirse en una nueva Jerusalén, tiene un ángel detrás de cada una de estas puertas. Cada ángel tiene la función particular de recibir todo lo que llega y transformarlo. Todo lo que oyen, miran, respiran, comen, etc., un ángel lo recoge y lo transforma. Así pues, cuando una mujer que se ha purificado verdaderamente debe concebir un niño, quien trabaja sobre el germen que recibe es un ángel, y luego, el niño que nace es un genio, una divinidad.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 26. Acuario: Llegada de la Edad de Oro.
Cap. 6, La Nueva Jerusalén.