En el Apocalipsis leemos: «La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren.» El sol es el símbolo del intelecto, y la luna el del corazón. El ser humano en quien habita la luz divina y el amor divino ya no necesitará ni del sol ni de la luna, es decir ni de la filosofía ni de la religión.

«Sus puertas no se cerrarán con el día, porque allí no habrá noche.» Cuando hay iluminación, ya no es de noche. Los seres iluminados tienen siempre la luz dentro de sí mismos ; aun cuando duermen no es de noche para ellos. Mientras que para los demás unas veces es de día y otras de noche: durante un instante se encuentran en la luz, e inmediatamente se oscurecen. Pero cuando viene la iluminación, les ilumina el Espíritu Santo, y ya no hay más oscuridad. La noche es la falta de comprensión.

No hay que entenderlo literalmente: no habrá más noche… ¡Piensen! Si no hubiese ya noche, se debería a que el orden cósmico se habría trastornado, la tierra no giraría más; solamente una mitad estaría iluminada y la otra mitad estaría eternamente en las tinieblas. Esto no es posible.

En otro capítulo del Apocalipsis está dicho: «Al que venza le daré la estrella de la mañana.» La estrella de la mañana es Venus. ¡Por lo tanto habrá que demoler toda esta armonía celestial para dar el planeta Venus al que haya vencido!, y, ¿dónde lo colocará? Pero, escuchen, esto aún se complica más: si hay varios vencedores, ¿dónde encontraremos más planetas? Todo esto es simbólico. ¡Seguirán existiendo el día y la noche, mis queridos hermanos y hermanas, no lloren! Aquí, la noche es un símbolo de todo lo que es negativo; y mientras haya noche, durante un momento se está esperanzado, y enseguida se está desanimado… se tiene fe, y un poco más tarde, se duda…

Una sociedad magnífica, y la Iglesia de todos los grandes iniciados

La nueva Jerusalén, es pues, ante todo, el propio ser humano. Además, es un orden social. En tercer lugar, es la verdadera Iglesia de Dios, la Iglesia de san Juan, la Iglesia del espíritu y de la verdad, la Iglesia de todos los Iniciados. Nadie podrá impedir ahora que venga esta Iglesia. Todo será explicado, todo estará claro, porque está dicho en las Escrituras que Dios habitará en el corazón de los seres humanos e inscribirá allí Su ley. En aquel momento los humanos ya no necesitarán que nadie les predique la religión o la moral, todos sabrán interiormente lo que deben hacer, cómo amar, cómo servir, cómo trabajar.

A una madre no hay que explicarle como cuidar de su bebé

Cuando una mujer tiene un niño, no necesita que se le diga cómo alimentarle, cuidarle, o si ha de levantarse de noche cuando llora: porque tiene amor en su corazón. El Señor ha escrito Sus leyes en el corazón de la madre, y ésta no necesita buscar instrucciones en ninguna parte. Cuando ya no hay amor se necesitan prescripciones, aunque de poco sirven en esta circunstancia.

Cuando hay amor, no se necesita religión

Mientras no haya amor, las religiones no podrán jamás llevar a los seres humanos hacia Dios. Pero cuando venga el amor, ya no habrá religión. La religión se convertirá en algo interno y se manifestará bajo la forma de bondad, de radiación, de sacrificio, de dulzura, de luz. Como me han instruido, así les instruyo yo. Cuando el amor abandonó la humanidad, vino la religión para suplirlo. Pero cuando venga el amor, la religión desaparecerá porque ésta habrá entrado en el corazón de los seres humanos.

Sévres, 4 de Enero de 1959

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 26. Acuario: Llegada de la Edad de Oro.
Cap. 6, La Nueva Jerusalén.