Es interesante conversar con los caracoles, pues además le ayuda a uno a entender cómo Dios creó el mundo. Los caracoles emanan una materia muy sutil, su propia esencia, que luego se solidifica. Ustedes dirán: «¡Pero si son cuentos chinos!» Puede ser, pero un buen día los hombres más instruidos estarán dispuestos hasta a aprender chino, si fuere preciso, para conocer estos «cuentos».

El caracol secreta la materia que forma su casa

En apariencia el animal y su concha son dos cosas diferentes, pero en realidad, el cuerpo y su casa son de una misma materia, ya que es el animal quien ha formado su casa con su secreción… Pues bien, lo mismo sucede con la individualidad y la personalidad: la personalidad es opaca, pesada, rígida como un caparazón, mientras que la individualidad es ligera, móvil, viva. Se trata de una precisión importante: el origen es el mismo, y sin embargo, son dos cosas diferentes.

La individualidad se formó este vehículo, como el caracol su concha, segregando de sí mismo una sustancia que luego condensó, y así lleva ahora el cuerpo a modo de casa. Todos llevamos nuestro cuerpo físico como el caracol su concha. Pero lo grave es que se le ha enseñado al ser humano a identificarse con la concha del caracol, es decir con su cuerpo físico, y no con el espíritu, que es el factor activo de su formación

Los seres humanos son Espíritu puro, no materia

De esta forma el hombre se vuelve débil, limitado, impotente, y se sumerge en el error. Para los Iniciados el cuerpo no es el hombre, sino su coche, su caballo, su instrumento, su casa, mientras que el hombre es el espíritu todopoderoso, ilimitado, omnisciente; y gracias a esta identificación el hombre llega a ser verdaderamente fuerte, iluminado, inmortal, divino.

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 11, La Clave de los Problemas de la Existencia