Se cuenta que un Maestro tenía un discípulo deseoso de aprender la primera lección de la Iniciación. El Maestro le dijo: «Ve a un cementerio e injuria a los muertos: diles que son estúpidos, malos, etc… y después ven a decirme lo que te han respondido». El discípulo fue al cementerio e injurió a los muertos, pero éstos permanecieron mudos.

Volvió entonces hacia su Maestro y le dijo que los muertos no habían respondido. «Quizá, dijo el Maestro, no supiste hacerte oír… Vuelve allí, pero esta vez diles todo lo contrario, ¡adúlales, hazles cumplidos!». El discípulo volvió, pues, al cementerio, pero, aun ante los más grandes elogios, los muertos permanecieron mudos.

«Aún no me han respondido nada, dijo el discípulo a su vuelta. – Muy bien, respondió el Maestro, ahora has comprendido la primera lección de la Iniciación; cuando te insulten, cállate; y cuando te adulen, cállate también. Sé como los muertos, permanece sordo y mudo.» He ahí una gran lección.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 1, El Segundo Nacimiento: Amor, Sabiduría, Verdad
Capítulo 6