– La rosa es un regalo que Venus dio a la tierra.

Las rosas son los contenedores de las corrientes provenientes de Venus, las corrientes del amor. Cuando nos acercamos a ellas, recibimos este amor. El amor se encarna en rosas, ¿por qué descuidar un regalo así?

Por supuesto, en la superficie una rosa no es mucho, pero en realidad tiene el poder de ponernos en contacto con el mundo de Venus, incluso un sólo pétalo está impregnado de su quintaesencia. Mirando a una rosa, amándola, comunicamos nuestro magnetismo a ella, y ella nos comunica algo a cambio, nos vincula con los seres que habitan el reino de Venus, que están más evolucionados que los habitantes de la tierra.

Es simple, es un principio de magia: una rosa no es Venus, y a pesar de su belleza y su perfume, no debemos considerarla sino un intermediario entre nosotros y seres más elevados. Son estos seres, a través de la rosa, quienes nos ayudan a descubrir el verdadero amor, la verdadera belleza y gracia.

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Nos vinculamos con la esencia del mundo espiritual a través de objetos terrenales. Cuando tocamos el oro, que está imbuido con las mismas vibraciones que el sol, nos comunicamos con el espíritu del sol. Cuando olemos o tocamos una rosa, hacemos contacto con Venus, que nos da amor, amor espiritual, y nuestro amor se vuelve más poético, más puro, más amplio, más intenso.

¡Oh, cuántas cosas he aprendido mientras meditaba con una rosa! Me vinculé a su espíritu y le hablé como a un ser viviente. Le pedí que hiciera mi alma como su alma, que imbuyera la mía con su quintaesencia, de modo que mi alma se volviera un flor en el jardín de Dios y le llevara alegría a los seres celestiales que gustan de visitar la tierra. Pues estos seres celestiales aman encontrar flores en sus caminos – almas puras y luminosas. Las cuidan y las protegen, de manera que se vuelven más bellas.

Es difícil para mí poner en palabras, exactamente lo que la visión de un rosa despierta en mi interior. Tengo la sensación de vivir con ella, vibrar con ella, y soy alimentado por algo que desciende desde el mundo divino. En apariencia es bastante pequeña, ¡pero en mí es grande, pues me trae tantas cosas! Me sonríe, y yo también le miro con gran amor; le pido que entre profundamente en mí, para despertar otras rosas en mi corazón y mi alma, pues tiene ese poder.

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Es por ello que me gustaría dar este consejo a las futuras madres: durante su embarazo, de vez en cuando, busquen rosas, o sólo una rosa, y mediten junto a ellas, pidiéndoles que influencien al niño o la niña que llevan con ustedes. Los espíritus de las rosas, son seres que han estado de acuerdo en encarnar aquí en la tierra para ayudar a las personas, ¡y con qué alegría responden sus peticiones!

Una rosa es silenciosa, ¡y aún así muy elocuente! A través de sus emanaciones, nunca para de enviarnos este mensaje: den vuelta hacia el sol, y vuélvanse como yo. Si pudiéramos medir las frecuencias que emite, estaríamos sorprendidos de los esfuerzos que hace por influirnos. ¡La rosa aún permanece siendo un misterio! Su color es el del amor espiritual, su forma la expresión de la armonía perfecta, su fragancia, la de la pureza. ¿Por qué no mirar las rosas, para descubrir el camino al verdadero amor, un amor que no ata, un amor que libera?

Al simplemente tocar un pétalo, podemos vincularnos con aquellos seres que han estado de acuerdo en encarnar en la rosa, de modo que puedan inspirarnos y abrir horizontes inimaginables para nosotros. Para aquellos con una conciencia iluminada, un simple pétalo de rosa, se vuelve un trampolín para las realizaciones espirituales más grandes. En cambio, sin conciencia, pasamos de largo ante los regalos más preciosos, y nos empobrecemos.

 

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Un Libro Viviente. Reflexiones Autobiográficas

Imagen cortesía de Josephine Wall