Monte Sinaí

Los seres humanos no se alimentan solamente de pan, si no también de la palabra de Dios, es decir, de colores puros de sonidos armoniosos, de perfumes sutiles. Y así es cómo Jesús pudo alimentarse durante estos cuarenta días e incluso durante toda su vida.

Existe, desde luego, un alimento físico para el estómago, pero el aire, los perfumes, los sonidos, la luz, los colores, son también alimentos para los pulmones, la nariz, los oídos, los ojos, etc. Son alimentos más sutiles que el alimento físico, y deben saber que existen criaturas en el mundo que se alimentan solamente de perfumes, colores y sonidos.

En realidad, el universo entero está lleno de las criaturas más extraordinarias que algunos seres muy avanzados han llegado a conocer. Ustedes dirán que es difícil de creer que puedan existir entidades que se alimentan de luz, de colores y de sonidos. Evidentemente, para los humanos, los colores, los sonidos, la luz, no son alimentos muy sustanciales, pero para seres hechos de materia muy sutil y tenue, representan fuerzas, poderes, alimentos.

Toda sabiduría, todo amor, todo pensamiento divino son un alimento: se transforman y alimentan incluso nuestro estómago. Debemos verificarlo. Si queremos alimentarnos durante mucho tiempo de esta manera, debemos conservar el amor la sabiduría y los mejores pensamientos en nosotros mismos. Prueben, por ejemplo, a permanecer voluntariamente dos o tres días sin comer, para purificarse: se sentirán calmados y se conducirán con dulzura, gentileza, etc.

Pero supongan ahora que les hayan obligado a ayunar cuando ustedes querían comer, ¿qué es lo que sucede? Se vuelven duros, malos, casi feroces ¿Por qué esta diferencia? En el primer caso, el amor es el alimento superior con el que se alimentan, mientras que en el segundo, están furiosos, porque querían absolutamente comer, y. sin amor, obligatoriamente se vuelven crueles.

Sin amor, ni siquiera podemos resistir estar un día sin comer. Con amor, podemos ayunar cuarenta días.

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
París, 28 de enero de 1939

Obras Completas Vol. 4, La semilla de mostaza
Cap. 6, «Las tres grandes tentaciones».