En las tres tentaciones, el diablo pidió a Jesús:

  1. Cambiar las piedras en panes
  2. Tirarse desde lo alto del templo con la convicción de que el Señor le enviaría a sus ángeles para protegerle. Pero aquí el templo es simbólico. El diablo no transportó físicamente a Jesús al pináculo del templo.
  3. Prosternarse ante él y adorarle para obtener a cambio todos los reinos del mundo y su gloria, que le mostraba desde lo alto de la montaña. Y ahí también, la montaña es simbólica.

Estas tentaciones no sólo le fueran presentadas a Jesús. Todos los Maestros y los discípulos se encuentran con ellas en su camino. ¡Cuántos espiritualistas se han visto tentados a vender sus conocimientos o a servirse de los poderes que habían adquirido para asegurarse su sustento!

Otros se sienten tan seguros de si mismos que quieren tentar a Dios, se imaginan que, hagan lo que hagan, el mundo invisible les protegerá, y no dudan en tirarse desde muy alto con la convicción de que serán protegidos. Pero esto es un error, el mundo invisible no protege a los insensatos.

La tercera tentación corresponde a otra etapa. En ciertos periodos, el discípulo, el ocultista, adquieren numerosos conocimientos, es decir, simbólicamente, alcanzan la cima de la montaña. Desde allí arriba, ven el mundo, al que se sienten capaces de dominar para apoderarse de la gloria y de las riquezas.

Estas tres pruebas están relacionadas respectivamente con el estómago, con el corazón y con la cabeza, es decir, con el plano físico, con el plano astral y con el plano mental.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
París, 28 de enero de 1939

Obras Completas Vol. 4, La semilla de mostaza
Cap. 6, «Las tres grandes tentaciones».