– ¿Los ángeles tienen realmente alas?

¿De dónde viene la tradición de atribuir alas a los ángeles? Si ven una pintura o una escultura de un ser alado, no necesitan que les digan que representa un ángel. ¿Pero por qué les damos alas, y qué significan? ¿Los ángeles tienen realmente alas? No, por supuesto que no, pero la tradición arranca de una ciencia muy antigua respecto al ser humano y sus centros sutiles.

Los grandes iniciados de la antiguedad, sabían que los seres humanos tienen dos centros muy poderosos en la espalda, a la altura de los hombros. Estos centros están situados en los cuerpos etérico y astral y, cuando están correctamente desarrollados, crean un tipo de remolino que da a la persona la libertad de moverse por el espacio a voluntad.

Por otra parte, la tradición de la antigua Grecia representaba al dios Hermes con alas, pero sus alas estaban en sus tobillos. Esto es porque otro poderoso centro en el tobillo también está relacionado con la capacidad de moverse a través del espacio.

 

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En efecto, tenemos una gran cantidad de esos centros sutiles en nuestros cuerpos. Cuando contemplan el sol naciente, por ejemplo, absorben la luz solar a través de un centro que está justo sobre el bazo. El sol nos envía energía en la forma de diminutas esferas luminosas, y el chakra ubicado en el bazo, absorbe la luz blanca del sol y la separa en los siete colores del prisma, antes de enviar esos colores a las distintas partes del cuerpo.

En la Fraternidad tenemos una maravillosa colección de canciones místicas, compuestas por el Maestro Peter Deunov. Si las cantan con la conciencia de que están realizando un acto sagrado, algunas de estas canciones son capaces de despertar en sus columnas vertebrales, una fuerza viviente que pasa por la columna y escapa a través del chakra de la Corona. A veces cuando están cantando, puede que sientan un temblor relampagueando de sus pies a sus cabezas, un relámpago de luz y pureza absoluta: por un breve momento sus cuerpos completos vibran en armonía con el universo. Quizás aún no han conocido esta experiencia bendita, o sólo por un breve instante. Cuando la experimenten en su totalidad, entenderán los poderes y posibilidades ocultas en las canciones para el desarrollo de la vida espiritual.

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La antiquísima costumbre de quemar incienso u otras sustancias de olor agradable en iglesias y templos, se remonta a miles de años. El humo subiendo en espiral, simboliza la fuerza Kundalini mientras asciende en espiral a través de los chakras. El receptáculo donde se quema el incienso con carbón ardiendo, representa al chakra Muladhara, mientras que el humo representa a la feroz serpiente, Kundalini. El simbolismo de ese receptáculo apunta a la necesidad de alimentar el fuego con combustible, de modo que la fuerza Kundalini puede comenzar a elevarse.

A pesar de haber perdido el conocimiento de su significado original, la cristiandad siempre ha mantenido esta tradición de quemar incienso en las iglesias, preservando de esta forma un rito heredado del pasado muy distante. La ciencia secreta de Kundalini también puede encontrarse en distintas formas, en algunas otras tradiciones espirituales.

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En la tradición cabalística, encontramos también esta ciencia, en el Árbol Sefirótico con el Pilar del Equilibrio al centro, flanqueado por el Pilar de la Severidad (que es masculino o positivo) y el Pilar de la Misericordia (que es femenino o negativo). Dos corrientes fluyen desde el sephirah Kether, una a través de Chokmah y la otra a través de Binah, se cruzan en Daath, pasan por Chesed y Geburah, se cruzan nuevamente en Tiphereth, pasan por Netzach y Hod, y se cruzan una vez más en Iesod, que simboliza los órganos genitales.

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Si van al Tibet, verán que los arquitectos tibetanos han escondido esta ciencia del Kundalini y los chakras, en la forma que dan a las estructuras sagradas llamadas stupas. Dondequiera que vayan, en los jardines de santuarios y monasterios, y a lo largo de los caminos, verán estas estructuras que poseen todas el mismo diseño: una base con la forma de un cubo, sobre este cubo hay una forma esférica coronada por un cono. Encima del cono hay una forma cóncava como un cuenco o una luna creciente, y finalmente, sobre el cuenco, hay una forma que recuerda una llama, un pulgar elevado, o la letra hebrea Yod…»

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 219, Centros y cuerpos sutiles