“Algunos de estos espíritus de la naturaleza son llamados «DEVAS», y su tarea especial es preocuparse de las plantas. Donde sea que haya vegetación, encontrarán devas. Cuando el calor y la humedad de la primavera causa que las semillas del suelo se dividan y broten, producen un sonido, como si estuvieran pidiendo ayuda. Los devas escuchan ese sonido, y se apresuran en socorrerlas y alimentarlas, tal como una madre vuela al rescate cuando escucha llorar a su bebé.

En etapas más tardías de su crecimiento, las plantas emiten otros sonidos, y los espíritus de la naturaleza que les cuidan son de una categoría distinta.

Los devas están altamente especializados, como los trabajadores en ciertos tipos de industrias: saben cómo hacer sólo una cosa. Algunos se especializan en dar su color a las flores, otros les dan sus formas geométricas, otros les dan su vitalidad, y así sucesivamente. Una estupenda cantidad de trabajo está ocurriendo constantemente donde sea que haya árboles y plantas, incluso en vuestras propias casas.

Cuando tienen un jarro con flores o una fuente con frutas en sus casas, siempre hay algunos espíritus de la naturaleza que sienten su presencia y van a cuidarles.

Cuando caminen en el medio de la naturaleza, intenten ser conscientes de la presencia de estos devas. Son espíritus muy avanzados, entregados completamente al servicio de la inteligencia suprema que gobierna todo en la naturaleza, y por quien fueron creados mucho antes que nosotros existiéramos. Es bueno entrar en contacto con ellos, y hablarles, y alabar la belleza de su trabajo. Les harán muy felices si lo hacen así, serán sus amigos y les sonreirán, y les darán todo tipo de regalos: vitalidad, alegría, inspiración poética, incluso clarividencia.

Cuando ven a un ser humano que es capaz de sentir maravilla, los espíritus de la naturaleza susurran los secretos de sus reinos en su oído. Si los gnomos les ven mirando piedras y cristales, y admirando la belleza de sus formas y colores, por ejemplo, toman nota de ello, y un día les llevarán a una mina de oro, o a un depósito secreto de piedras preciosas. ¿Piensan que esto sólo ocurre en cuentos de hadas? ¡Quizás sea así! Piensen lo que quieran, pero lo mismo es cierto de los espíritus que protegen a las plantas y animales. Esos seres están en todas partes; vuestra actitud es muy obvia para ellos, y pueden darse cuenta de si ustedes son capaces de sentir maravilla, y cuando ven que desean ser sus amigos, dicen: «aquí hay un verdadero hijo de Dios, enseñémosle el lenguaje de la naturaleza.». Poco a poco, se arremolinan alrededor de ustedes, y donde sea que vayan, están acompañados e inspirados, alimentados y ayudados por sílfides y a veces, incluso, salamandras.».

(Continuará…)

Omraam Mikhael Aivanhov
Los Frutos del Árbol de la Vida, Obras Completas, Vol. 32