En esta serie, compartiremos algunos extractos de una conferencia del Maestro, donde describe a las criaturas que habitan los distintos reinos de la naturaleza. Partimos, entonces, con una introducción.

«La mayoría de los seres humanos se comporta como si la naturaleza estuviera muerta, y el resultado es que su propia vida interior vibra con menos fuerza y con menos intensidad, y las facultades de percepción que Dios les ha dado, se van paralizando gradualmente.

«¿Cuál es el sentido» – preguntan – «de intentar comunicarse con las rocas, las plantas o el sol? No están vivos.». Con esta actitud adormecen sus propias facultades y se ponen a sí mismos en una camisa de fuerza construida por ellos mismos. Quienes creen que la naturaleza está viva y es inteligente, por otra parte, hacen un esfuerzo no sólo de entender su lenguaje sino que, también, de encontrar nuevos medios de expresión para comunicarse con ella. Lo mínimo que ustedes pueden hacer, es aceptar la idea de que la naturaleza está viva y es inteligente.

El Creador nos ha dado todo tipo de medios para expresar nuestros pensamientos y deseos, e incluso si no recibimos ninguna respuesta muy llamativa, nuestras palabras sí tienen un efecto sobre los objetos, sobre los árboles, sobre la luz, sobre cada especie viviente. Todo lo que vive en la tierra tiene su forma particular de expresarse a sí mismo: todo en el universo, y el universo mismo, se expresa. Pero no todos entienden lo que es expresado, y está en los discípulos cultivar sus facultades de percepción, de modo que puedan entender estas distintas manifestaciones y formas de lenguaje.

Las tradiciones de cada país en el mundo atestiguan la existencia de criaturas distintas a los humanos, que habitan los distintos reinos de la naturaleza. Hay una gran variedad de nombres dados a estas criaturas, pero con los que estamos más familiarizados en Occidente son los duendes, hadas, gnomos, salamandras, sílfides, ninfas u ondinas, y las sirenas. ¿Existen realmente esas criaturas? La mayoría de la gente hoy, piensan que fueron inventadas por nuestros ancestros lejanos, que aún tenían la mentalidad de uno niños. Y aún así, el mero hecho de que las personas de todas partes del mundo creyeran en su existencia, es una señal segura de que hay un elemento de verdad en dicha creencia. Donde vayan en India, Japón o China, en los países escandinavos, en África o América, se encontrarán con personas que dicen haber visto o hablado con espíritus de la naturaleza.

Los esoteristas generalmente están de acuerdo, en que hay cuatro categorías mayores de estos seres, cada una teniendo una relación particular con uno de los cuatro elementos: los gnomos corresponden a la tierra, las ninfas u ondinas corresponden al agua, las sílfides al aire, y las salamandras al fuego. No diré más que unas pocas palabras sobre esas cuatro categorías hoy; si desean aprender más, pueden consultar alguno de los numerosos libros sobre el tema.».

(Continuará…)

Omraam Mikhael Aivanhov
Los Frutos del Árbol de la Vida, Obras Completas, Vol. 32