Piensen siempre que todas las criaturas que están a su alrededor son una parte de ustedes mismos. Cuando se camina por esta senda de la verdadera filosofía iniciática, se ve que todas las criaturas no son más que una.

En realidad sólo existe un Ser, el Creador; todas las criaturas no son más que células diseminadas de su inmenso cuerpo, células cuya conciencia no está unificada. Supongan que las células de nuestro cuerpo tengan una conciencia.

Somos como las células en un cuerpo que les alimenta

Evidentemente, las células de los pies, del hígado, del bazo, se sentirían separadas unas de otras, porque su función no es la misma: el corazón trabaja de una manera, el hígado de otra, etc… y podrían ayudarse mutuamente o disputar entre sí. Pero si las células fuesen capaces de alcanzar una comprensión superior, verían que un solo ser las contiene y alimenta a todas: el propio ser humano.

Entonces, también nosotros debemos razonar de la misma manera y decir: todos estos individuos de la tierra, estos Japoneses, estos Chinos, estos Turcos, estos Franceses, estos Alemanes… son células de un ser colectivo; pero al haber descendido estas células a un nivel de conciencia inferior no son capaces de abarcar la unidad, y entonces sus reacciones, su comportamiento, no son adecuados.

Debemos ver a la humanidad como un solo ser

Pero el día en que, como una pequeña célula, nos unamos a todas las demás células que representa el Ser sublime, el mismo Dios, descubriremos que toda la humanidad no forma más que un solo ser. Cuando esto suceda, sentiremos tal amor, tal piedad, tal indulgencia, que realizaremos verdaderamente la fórmula: «Yo, soy El.» Mientras no se llegue a este estado de conciencia, sólo se querrá matar a los demás, no se producirá realmente un cambio, sólo una hipertrofia de la personalidad, eso es todo.

Sí, mis queridos hermanos y hermanas, el verdadero cambio está en la conciencia de la unidad. No existimos como unidades separadas, cada uno representa una célula de un inmenso organismo y nuestra conciencia debe fundirse en esta conciencia universal que abarca al ser humano en su totalidad, al ser humano cósmico. Ahí está el verdadero progreso, la verdadera evolución.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 26, Acuario: Llegada de la Edad de Oro, I