Árbol Sefirótico – El Árbol de la Vida

Cada ser humano está ligado a miles de seres superiores e inferiores a él. Si tiene pensamientos y sentimientos elevados, ayuda a los que están por debajo de él, a los animales, a las plantas y a las piedras, ya que todo lo que sucede en él, cada uno de los estados que está viviendo, se transmite a todo lo que se encuentra por debajo de él. Pero, como también está ligado a los seres superiores, las energías divinas comienzan a derramarse sobre él a través de esta cadena viviente e ininterrumpida.

La sabiduría, la luz, el amor de los ángeles y de los arcángeles fluyen primero a través de los Iniciados y los grandes Maestros y vienen, a continuación, a invadirnos. Pero esta sabiduría no se queda en nosotros, nos atraviesa y desciende hasta los seres que están situados por debajo de nosotros y que están ligados a nosotros, hasta el vegetal, hasta la piedra; después, gracias a otra corriente de circulación, estas fuerzas remontan desde el mineral hasta los reinos superiores de la naturaleza. Si el hombre está conectado con esta cadena viviente de los seres, es atravesado por la alegría, la paz y la luz que los Iniciados llevan dentro de sí.

Y he ahí el peligro para los hombres que quieren ser independientes, que se imaginan que permaneciendo separados, aislados, podrán dirigirlo todo en el mundo; se separan de esta cadena viviente de los seres y ya no tienen posibilidad de sacar energías de ella, les asaltan todas las desgracias, tropiezan con todos los obstáculos. Porque, ¿de dónde recibirán las ideas, la inspiración, la sabiduría, las fuerzas necesarias para la vida de cada día? «Las encontrarán en sí mismos», dirán ustedes…

í, para un mes, para un año, quizás, pero pronto habrán agotado sus reservas. Con su orgullo, su vanidad, su voluntad de independencia, cortan el lazo que les une a los seres superiores y pierden su poder. Aunque hayan empezado con vastos proyectos, pronto lo pierden todo porque es imposible realizar algo grande si no se permanece unido a la cadena viviente de las criaturas.

Es exactamente como si una lámpara se imaginase que es ella la que ilumina, sin pensar en la central eléctrica que le manda la corriente y de la que no es más que un conductor, un intermediario.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 1, El Segundo Nacimiento: Amor, Sabiduría, Verdad
Capítulo 8

Esta charla fue dada en 1938. Fue sólo en 1960, tras su retorno de India, que Omraam Mikhaël Aïvanhov cedió a la insistencia de sus discípulos, y les permitió llamarle Maestro.

Para leer más sobre esto, vean:
Izvor 236, Del Hombre a Dios
Capítulo 3, Jerarquías Angélicas