Esta explicación de que nuestro destino es encarnarnos en distintos países es totalmente verdad, aunque en realidad, quienes sufren no lo hacen inevitablemente por haber cometido una falta. Hay casos muy distintos. Algunos encarnan voluntariamente entre gentes infelices para ayudarles, para hacer sacrificios. Comparten el sufrimiento de ese pueblo no porque sean culpables, sino porque vinieron a ayudar a sacar de esas condiciones dolorosas a sus hermanos y hermanas.

Es por ello, también en las familias, que ocasionalmente nacen niños que no se parecen a sus padres o hermanos y hermanas que son toscos y de pocas luces. Son a menudo espíritus que descienden voluntariamente en familias y naciones, para ayudar a elevarlas. Como estos espíritus necesitan evolucionar más, y saben que no pueden hacerlo sin experimentar gran sufrimiento, eligen encarnar en condiciones difíciles.

¿Cómo diferenciar a quienes se están sacrificando, de quienes sufren por sus faltas? Hay una manera. Todos quienes se rebelan contra su destino, que nunca quieren entender o aceptar su situación, han cometido en el pasado actos tontos  que deben ahora corregir. Pero quienes no se rebelan, quienes están listos para continuar y resistir con aún más coraje y paciencia, han venido a ayudar a otros.

El río desciende desde una alta montaña que es brillante, clara y pura. Mientras desciende, se ensucia, porque las personas lavan ahí, arrojan su basura, y dejan que su ganado beba… pero el río dice: «Es con gran alegría que desciendo a los valles a saciar la sed de las personas, a regar sus campos y jardines. No temo ser ensuciado porque el sol me purificará. Me entibiará, cambiaré de forma y me elevaré otra vez hacia la montaña.».

El río nunca deja de ser purificado. Y, como el río, quienes vienen a ayudar a otros, nunca se quejan de las dificultades que sufren. No abandonan sus luminosos ideales. Es por ello, que si se ensucian o son cortados en trozos, siempre serán lavados, reconstituidos, renovados y purificados.

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Sèvres, 7 de Febrero, 1942