Los optimistas consideran los proyectos nuevos con entusiasmo – 

En el transcurso de un día nos encontramos con diferentes personas: Mientras algunas no hacen más que abrumarse por lo que va mal y que, según su opinión, continuará yendo mal, o incluso aún peor, otras sólo se fijan y retienen lo que es bueno, alentador, y continúan avanzado, exclamando: «¡Qué hermosa es la vida!» De las primeras se dice que son pesimistas y de las segundas optimistas.

Para el pesimista, en el año sólo hay días nublados y lluviosos, con muy poca luz, y admite reconocerlo, algunos rayos de sol. Para el optimista, por el contrario, sólo hay días soleados entremezclados con algunas lluvias beneficiosas.

Si le proponen un proyecto al pesimista, inmediatamente verá una montaña de obstáculos que se opondrán a su realización. El optimista, por el contrario, acepta cualquier nuevo proyecto con entusiasmo, vence las objeciones que se le presentan y ve de inmediato el proyecto realizado para satisfacción de todos.

El pesimismo engendra por tanto egoísmo, incluso dureza, pero también pereza. En efecto, convencido de que no se puede hacer nada para mejorar la situación, el pesimista se vuelve perezoso, excepto cuando se trata de explicar todos los motivos que tiene de ser pesimista. Entonces sí, ¡su lengua está muy activa!

Sólo quien busca los bienes espirituales puede ser verdaderamente optimista; aquél que busca los bienes materiales, incluso aunque comience siendo optimista, un día u otro deberá abandonar sus ilusiones y caerá en el pesimismo. Por esto, repito, los pesimistas a menudo son grandes ambiciosos decepcionados. Sus ambiciones eran pesos con los que se sobrecargaban porque no conocían el verdadero camino a seguir, el camino hacia lo alto. Y ¿qué hacer ante los fracasos cuando ya se han gastado todas las energías en pura pérdida?

Optimismo y pesimismo no deben por lo tanto ser únicamente considerados como cuestiones de temperamento, ya que implican una verdadera filosofía. El pesimista se concentra en las cosas pequeñas de la tierra, mientras que el optimista abre su alma a las vastas extensiones del cielo.

En una Escuela iniciática, nunca deberían haber pesimistas. Asi pues, sepan que si son pesimistas, es porque interiormente todavía no han tomado la orientación correcta, sus pies todavía no se han encaminado por la senda de la ciencia espiritual, porque ya en el umbral de esta ciencia, hubieran discernido que el verdadero futuro del ser humano es la luz, la belleza, la alegría, la expansión de su alma.

En el camino evidentemente encontrarán dificultades, chocarán contra obstáculos, pero precisamente para superarlos no deben perder de vista el objetivo, sino alegrarse de antemano de esta felicidad que les espera. Sólo la conciencia de nuestra predestinación divina nos permite conservar la esperanza…»

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 204, La Risa del Sabio
Cap. 1, El sabio vive en la esperanza