Durante el transcurso de una estancia de la fraternidad, en el monte Vitocha, Peter Deunov llevó a Mikhaël bastante lejos del campamento y le reveló la existencia de un importante tesoro enterrado justamente bajo sus pies. Sin añadir nada se volvió hacia las tiendas dejándole sobre el emplazamiento indicado. Peter Deunov era reconocido como un gran clarividente y Mikhaël se quedó muy impresionado por esta revelación inesperada, así como por la confianza otorgada.

¿Tuvo dudas acerca de la existencia del tesoro? Probablemente no, porque la cosa era perfectamente posible: todo el mundo sabía que en el pasado gran número de salteadores de caminos habían escondido oro bajo tierra, un poco por todas partes, en Bulgaria; los buscadores de tesoros abundaban en las regiones bordeando la gran carretera que atraviesa el país de norte a sur.

Mikhaël miró fijamente la silueta de Peter Deunov que caminaba con su paso rápido hacia las tiendas y después abandonó el emplazamiento sin mirar atrás, «Los hermanos no pudieron comprender por qué actué así, y no me lo perdonaron: hubieran querido que les revelase el emplazamiento de este tesoro», dirá años más tarde.

En otra ocasión Peter Deunov le explicó cómo fabricar un aparato provisto de una pequeña varita de cobre, para encontrar oro bajo tierra, Mikhaël lo utilizó una noche que cenaba en casa de unos amigos ricos. Ante el asombro de los invitados presentes encontró todas las monedas de oro, que sus anfitriones habían escondido en diferentes lugares de la casa.

Un descubrimiento así podía hacer perder cabezas menos sólidas que la suya, pero una vez más renunció a utilizar sus conocimientos. ¿Para qué podía servirle, sino para desarrollar el poder de dominación y para explotar a sus semejantes? ¿Acaso no había renunciado ya a utilizar sus capacidades psíquicas en este sentido cuando rechazó la oferta del cónsul a los dieciocho años?

Con sus dones excepcionales le era posible hacer carrera como curandero, clarividente o astrólogo, pero sabía que su papel en la vida era muy diferente. En cuanto se daba cuenta de que una disciplina no podía darle los medios para ayudar a la gente a liberarse, a estar por encima de sus dificultades, la abandonaba. Adivinaba demasiado bien la esclavitud en la que se hundiría si sucumbía a todos estos poderes seductores.

Louise-Marie Frenette,
Extracto de The Life of a Master in the West  (En Amazon, hacer click en ‘look inside’)
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