Mikhaël había lastimado su rodilla, la que no mejoraba, y estaba teniendo dificultades para caminar. Un día, algunos amigos que le visitaban a menudo, decidieron hacer que tomara un rol más activo en su recuperación:

– ¿Por qué no intentas curarte tú mismo? – le dijeron.
– ¿Y cómo lo podría hacer?
– Con el pensamiento. ¡Tú eres capaz de hacerlo!
– Hará falta una larga concentración – dijo Mikhaël, y estoy demasiado ocupado.

En realidad su rodilla no le hacía sufrir cuando no andaba. Apasionado por sus investigaciones astrológicas, no le molestaba poder quedarse en su habitación trabajando. Además, había constatado que esta prueba de salud que le impedía andar estaba inscrita en el horóscopo que creía suyo, lo que le empujaba a meditar y a rezar durante horas con el fin de purificarse.

Pero después de haber pasado un mes en su habitación acabó por cansarse. Su pierna seguía amoratada y desmesuradamente hinchada. «Debo intentarlo, se dijo. Con el pensamiento, con el amor, con el espíritu.» Recurriendo a todas sus fuerzas,condensó mentalmente unos rayos de luz deslumbrante que proyectó sobre el miembro enfermo. Después de un largo periodo de concentración.sintió que el calor y el ardor de la luz invadían su rodilla.

Continuó trabajando. Finalmente percibió un movimiento, una fuerza prodigiosa que le penetraba hasta los huesos. Pasado un rato, se durmió profundamente. Al día siguiente se despertó completamente curado. Lo sorprendente es que él estuviera estupefacto cuando no era ésta, sin embargo, su primera experiencia; a menudo había utilizado el poder del pensamiento con resultados espectaculares. Pero para él -como dijeron varios de sus amigos- todo era siempre nuevo, nunca pensaba haber llegado a ser experto en nada.

Louise-Marie Frenette,
Extracto de The Life of a Master in the West  (En Amazon, hacer click en ‘look inside’)
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