A menudo les he hablado del Árbol sefirótico, y en particular, de la séfira más cercana a la tierra, Iésod, que es el dominio de la Luna. Esta es una región muy misteriosa, muy rica, pero también muy peligrosa, porque sus capas inferiores están formadas por todos los vapores, las emanaciones y las brumas que suben de la tierra, de los humanos. Si logramos pasar esta zona crepuscular en donde se encuentran las ilusiones, las aberraciones, las mentiras, todo lo que es tenebroso, inquietante y engañoso, para llegar a la parte alta de la séfira, descubrimos la pureza, la limpidez, la vida, la clarividencia, la verdadera poesía…

Cuidado con las arenas movedizas de Iesod

Muchos mediums, videntes, y hasta místicos, pero también muchos poetas, han chapoteado en las zonas inferiores de Iesod; carecían de los conocimientos que les hubiesen permitido superar esta zonas y encontrar la claridad, y por eso muchos terminaron en la locura, el alcoholismo o el suicidio. No sabían que hay que subir, subir muy arriba hasta la región del sol: Tipheret, en donde todo se vuelve límpido y luminoso.

 

Tipheret significa belleza, esplendor. En el Árbol de la Vida es la quinta séfira a partir de abajo y la sexta a partir de arriba. Está en el centro de este Árbol que representa el universo, lo mismo que el sol está en el centro del sistema solar. La región que le corresponde en el cuerpo humano es la del corazón y del plexo solar.

El espíritu solar, el espíritu de Cristo, se manifiesta en Hochmah y Tipheret

Según la Cábala, la Divinidad se manifiesta en la séfira Tipheret bajo el nombre de Eloha ve Daath. Allí, el Arcángel Mikhael reina sobre el orden angélico de los Malahim, literalmente los Reyes, que corresponden a las “Virtudes” de la religión cristiana. La parte material, visible, de la séfira está representada, como ya sabéis, por el sol, en hebreo schémech.

Si han leído el Génesis, habrán advertido que la primera criatura de Dios fue la luz: “Y Dios dijo: hágase la luz, y la luz fue.” Así pues, al principio de todo está la luz. Y la luz es Cristo, el Espíritu solar. Porque el Espíritu de Cristo, que se manifiesta primero en la séfira Hokmah, la primera gloria, el Verbo, de quien dice San Juan en su Evangelio que nada se hizo sin él, se manifiesta también, bajo otro aspecto, en el sol. Tipheret tiene sus raíces en Hochmah, donde brilla Vidélinata, la luz divina, invisible para nuestros ojos. Para mí, y para todos los Iniciados, el Espíritu solar es el Espíritu de Cristo, porque el sol, ya se los dije, es mucho más de lo que vemos. El sol es todo un mundo con habitantes, con una organización y una cultura extraordinarias. ¡Todavía estamos tan lejos de saber lo que es el sol…!

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
«Los Esplendores de Tipheret«, Obras Completas, vol. 10
Cap. 10 Suban por encima de las nubes