El aire corresponde al plano mental, al intelecto, y cuando nuestro intelecto se oscurece debemos buscar la causa de este oscurecimiento. En la naturaleza las nubes están formadas por vapores que suben del agua de los lagos, de los ríos, de los mares… El agua representa el plano astral, el corazón, los sentimientos, y cuando la evaporación es excesiva, es decir, cuando el hombre se deja llevar demasiado por el sentimentalismo y la emotividad, estos estados producen en él nubes que ocultan el sol.

¿Qué debe hacer entonces? En primer lugar, comprender que debe purificar su atmósfera, su cielo, su aire, y en vez de quedarse ahí, inactivo, concentrarse para dispersar sus nubes, pedir que desaparezcan, o bien elevarse hasta muy arriba, hasta las regiones en donde reina la claridad. En general, los humanos no piensan en hacer esfuerzos para cambiar de región, se contentan con ser desgraciados, esperan que sean los acontecimientos los que cambien; así, evidentemente, las nubes siguen ahí, ¡y pueden seguir durante años! Mientras que el discípulo, en cambio, dice a las nubes: “Me importa un comino que estén o no ahí; ¡yo subo!” Y sube, nadie puede impedírselo. Y ahí lo tienen, por encima de las nubes… Allí siempre brilla el sol. Eso significa que por encima de sus tribulaciones, de sus agitaciones, de sus lloros, de sus desgracias, ustedes siempre pueden encontrar al Señor. Siempre está presente allí, muy arriba, en un lugar que deben descubrir ustedes; hagan algo, pues, para acercarse a Él…

Si podemos actuar sobre la niebla y las nubes exteriores, ¡cuánto más podemos hacerlo sobre la niebla y las nubes interiores! Cuando sientan que ciertos pensamientos negativos asaltan su “cielo”, disminuyen su fe o su amor, y les impiden ver el esplendor de Dios o el esplendor de la Enseñanza, o incluso el valor de su instructor, concéntrense, envíen los rayos luminosos más puros en dirección a estas nieblas, y verán que poco a poco se producirá una limpieza, una purificación, una claridad, y darán gracias al Cielo. Bueno, han sido unas palabras para incitarles a trabajar cada vez mejor.

Gracias al pensamiento subimos por encima de las nubes. El pensamiento es como un cohete, o un rayo de luz. Con su pensamiento apuntan hacia un punto: la fuente de vida, el sol eterno, apuntan hacia su centro interior, se concentran en el Señor… Unos minutos después, el pensamiento traspasa las nubes, por espesas que sean, y llegan allá arriba, se bañan en la limpidez.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
«Los Esplendores de Tipheret«, Obras Completas, vol. 10
Cap. 10 Suban por encima de las nubes