Esfuércense en tomar cada vez más conciencia de que, cuando van a asistir por la mañana a la salida del sol, tienen grandes posibilidades para avanzar en su trabajo espiritual. Deben dejar a un lado todas las nubes: las aprensiones, los rencores, los deseos, las codicias, a fin de estar disponibles para hacer un trabajo formidable. Aquellos que son capaces de liberarse de las nubes, son capaces de remover el cielo y la tierra, son creadores de la vida nueva y el Señor les aprecia.

¡Cuántos de ustedes me han dicho que iban a la salida del sol sin resultado alguno, porque les asaltaban continuamente pensamientos desordenados que les impedían concentrarse! Pero, si toman en serio los ejercicios que les doy, tendrán resultados. Con la voluntad deben llegar a dominar, a yugular todas las fuerzas anárquicas que tienen dentro, hacer vibrar todas sus células al unísono con su ideal, en una única dirección. Si no, serán débiles, estarán expuestos a todos los vientos, a todas las penas, las tristezas, las tribulaciones. A veces nos encontramos con gente para la que se diría que nunca ha salido el sol. Si, por fin, unos rayos vienen a iluminar su horizonte, ahí les tienen con un gozo delirante; pero todo eso no dura, y de nuevo se ensombrecen, se apagan. Es porque no han querido cambiar su filosofía.

Una antigua expresión egipcia: Saber, querer, osar, callar

Y si considero de nuevo la fórmula de los Iniciados egipcios: “Saber, querer, poder (yo digo a menudo “osar”, pero es lo mismo), y callarse”, la interpreto así: saber significa saber que hay un sol, pero que también hay nubes y que debemos disiparlas. Querer significa amar al sol y desear llegar a él. Poder significa movilizar todas las fuerzas de la voluntad para osar emprender el trabajo: hacer un gesto, pronunciar una fórmula, algo que marque un desencadenamiento de la voluntad. “Saber” concierne al plano mental, “querer” al plano astral, “poder” al plano físico, y debemos, por tanto, hacer descender el saber y el querer hasta el plano físico.

La palabra hablada es extremadamente poderosa

Muchos espiritualistas se quedan tanto en los planos del pensamiento y del sentimiento que se muestran impotentes para realizar, aunque sólo sea con la palabra. Sin la palabra, los pensamientos y los sentimientos tienen dificultades para realizarse en la tierra, en el plano físico, porque les falta un vehículo, un cuerpo; y hasta pueden producir trastornos psíquicos graves si los acumulamos durante demasiado tiempo sin darles forma. Pero en cuanto llegamos a darles la posibilidad de manifestarse, pronunciando ciertas palabras apropiadas, éstas hacen mover inmediatamente las partículas, los átomos de la materia, porque el sonido actúa poderosamente sobre la materia, y esto ya es un principio de realización. La palabra tiene un gran poder que puede ser comparado con el de una firma debajo de un acta, de un pedido o de un contrato: sin una firma, ya lo saben, un acta oficial no es válida.

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Omraam Mikhaël Aïvanhov
«Los Esplendores de Tipheret«, Obras Completas, vol. 10
Cap. 10 Suban por encima de las nubes