«El destino de las naciones, países y pueblos refleja exactamente el de los seres humanos individuales y de todas las otras criaturas vivas que nacen, crecen y maduran antes de envejecer y avanzar para dar espacio a otros. Dan lo que deben dar y luego se desvanecen. Es como si tuvieran que descansar por un tiempo antes de volver a distribuir nuevos dones y riquezas.

Miren a la antigua Grecia, al número extraordinario de genios creativos con que una vez contribuyó al mundo: poetas, dramaturgos, pintores, escultores, arquitectos, filósofos. ¿Y ahora? Un país es como un río. El lecho del río es siempre el mismo, pero el agua que lo cruza es siempre nueva y distinta. Los habitantes del río, las innumerables gotas de agua, vienen y van en su camino hacia al mar, mientras otras gotas toman su lugar.

Los ríos – sus nombres permanecen pero el agua en ellos cambia. Los ríos tienen su fuente en las montañas y, sin importar los obstáculos en su camino, siempre terminan alcanzando el mar. Cuando alcanzan el mar y son calentadas por el sol, las gotas de agua se vuelven tan ligeras y sutiles que se elevan por la atmósfera antes de caer de vuelta a la tierra bajo la forma de lluvia, o nieve y, una vez más, inundando los valles en vertientes y ríos. Es un ciclo infinito.

Podemos interpretar este viaje del agua en forma simbólica. El destino humano se asemeja al movimiento perpetuo del agua entre el cielo y la tierra. Como gotas de agua, las almas descienden a la tierra, cada una en un lugar predeterminado. Desde allí tienen un camino completo que recorrer hasta que vuelven a su punto de partida… sólo para descender de nuevo, otro día, en otro lugar. Eso se llama reencarnación.

¿Y qué es un país? Un país es sencillamente un río, un río donde una infinita sucesión de distintos seres reencarnan, viniendo desde una variedad de otras tierras. Geográficamente, la Grecia moderna es el mismo país que la Grecia de dos o tres milenios atrás, pero sus habitantes no son los mismos. Y esto se puede decir de todos los países.

Quizás preguntarán: «¿Cómo es que los tibetanos, por ejemplo, parecen haber retenido los mismos conceptos, ideas y costumbres por miles de años?». La comparación con el cuerpo humano nos da una pista de la respuesta: las células del organismo humano cambian constantemente y son renovadas, pero el trabajo que realizan es siempre el mismo. Lo mismo es cierto en una indutria: el personal cambia y es renovado constantemente, y los nuevos obreros poseen las mismas habilidades y han sido entrenados para realizar el mismo trabajo que aquellos que reemplazan. En forma similar, las entidades que se reencarnan en el Tibet, son quienes tienen una afinidad con los tibetanos y se han preparado para vivir allá. Pero los tibetanos que se han preparado para vivir en Francia, por ejemplo, reencarnan en Francia. En efecto, hay muchos antiguos tibetanos en Francia, incluso entre los hijos de la Fraternidad.»

Omraam Mikhael Aivanhov

Obras Completas, Vol. 12, Leyes Morales y Cósmicas
Obras Completas, Vol. 17, Conócete a Ti Mismo

Pintura por Nicholas Roerich, ‘Maitreya’, 1932