Nuestros cuerpos deben ser templos

La mayoría de personas descuidan enormemente la purificación de su cuerpo físico. Nunca piensan que puede llegar a convertirse en un templo de Dios Vivo, y que por lo tanto deben ocuparse de reforzarlo y purificarlo.

No cesan de estropearlo comiendo y bebiendo cualquier cosa, fumando y haciendo toda clase de locuras. Este cuerpo que debería ser un templo no se parece en nada a un lugar sagrado, y en esas circunstancias evidentemente no será el Señor quien pueda habitarlo, sino más bien las entidades inferiores, los indeseables a quienes les gusta mucho la suciedad y se alimentan de materias impuras.

El mundo de los insectos nos enseña sobre el peligro de las impurezas

Ya les he contado a menudo que he aprendido mucho observando a los insectos: las hormigas, los chinches… Estos animalitos poseen unas antenas extraordinarias que la ciencia todavía no ha estudiado. Por ejemplo, yo no tengo hormigas en mi casa de campo, pero sólo tengo que tirar un poco de alimento para que aparezcan en pocos minutos. ¿Mediante qué tipo de olfato, qué clase de radiestesia llegan a descubrir, desde tanta distancia, la presencia de estas sobras? Y si quito las migajas, se van.

Lo mismo ocurre con las moscas, las pulgas, los ratones. E incluso en algunos hoteles o dormitorios sucios y mal conservados ¡como en Oriente! cuando la gente se duerme, los chinches empiezan a moverse por el techo. Y entonces es formidable la precisión que demuestran dejándose caer exactamente sobre una persona dormida y no sobre la otra.

¿Cómo sienten al que tiene en su sangre ciertas impurezas que podrán alimentarlos? ¡Verdaderamente son sabios! Miran y dicen: «¡Ah, a éste, sí, vamos allá!» ¡Y allá van!

En cada plano hay entidades que pueden percibir las impurezas

Es así como, gracias a los chinches, he aprendido las grandes leyes de la pureza. Porque estas leyes son las mismas en el plano psíquico. Hay animalitos que sienten desde lejos las impurezas y se acercan para alimentarse. Por todas partes, en cualquier lugar, todo es un alimento para alguien.

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 26, Acuario: Llegada de la Edad de Oro, I
Cap. 2, La verdadera religión de Cristo