Y bien, ¿qué suelen decir ahora los jóvenes? Que quieren «vivir».Sí, pero, como el ideal de vida que los adultos les ofrecen no les convence en modo alguno y no encuentran a nadie para enseñarles lo que es la verdadera vida, van a buscarla en las aventuras peligrosas, en las sensaciones fuertes, en las pasiones, en los placeres, en el alcohol, en la droga…

Y entonces, con demasiado intelecto por un lado y con demasiadas pasiones por el otro, se produce el desequilibrio. Es necesario saber que el ser humano está hecho para vivir en diferentes planos: físico, astral, mental, pero también causal, búdico, átmico; en tanto que limita sus actividades a los tres primeros planos: físico, astral y mental, no puede conocer la verdadera vida.

La intensidad no está en los planos inferiores

Comer, beber, dormir, trabajar, tener relaciones sexuales, sentir ciertos sentimientos, adquirir algunos conocimientos, controvertir ciertas ideas, es importante, pero eso no bastará jamás para satisfacer todas nuestras necesidades. Es una vida lenta, pero no es una vida intensa.

Ustedes dirán:«¡Pero mire como nuestros contemporáneos llevan una vida intensa! Obsérvelos: no cesan de correr de un lado a otro, de discutir, de cambiar de marido, de esposa, de amante.» Pues bien, también en eso se equivocan. La vida intensa no es la precipitación, ni la acumulación de aventuras pasionales o de actividades intelectuales.

Ejercicios y actitudes para despertar sus órganos sutiles

Para vivir una vida intensa, es necesario en primer lugar tener alguna idea de la estructura del ser humano, conocer sus diferentes cuerpos, así como los centros que le permitan entrar en relación con las regiones del espacio y con los habitantes de estas regiones.

Ya les he hablado de ellos indicándoles también los métodos, los ejercicios que hay que hacer, las actitudes que hay que adoptar para despertar en ustedes esos órganos sutiles . Solo quien ha llegado a ello puede hablar de verdadera vida, de vida intensa. Y es feliz porque se siente como una fuente, como una cascada, como una huerta llena de árboles frutales, como un parque lleno de flores, y al mismo tiempo constituye una bendición para todos aquellos que se le arriman.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 231, Las semillas de la felicidad
Cp. 8, Para ser felices ¡estén vivos!