«Cualquiera puede entender el nacimiento de Cristo como se describe en la Biblia, perfectamente bien desde un punto de vista intelectual. Pero un entendimiento únicamente intelectual no tiene efecto en un nivel emocional: el corazón no se aferra a ello. El entendimiento intelectual debe extenderse al nivel del corazón y, desde el corazón, llegar al nivel de la voluntad para manifestarse concretamente en el plano físico.

Pues el nacimiento del Cristo niño es un evento que debe tomar lugar en los tres niveles: mental, astral, y físico. Ustedes se preguntarán: «¿Pero cómo puede ocurrir en un nivel físico?». Bueno, se los puedo explicar, pero me pregunto si entenderán.

Los seres humanos nunca podrán hacer que Jesús nazca en su interior, si no entienden a su madre, la tierra. Si no tienen idea de lo que es la tierra, y nunca han establecido una relación de conciencia, afecto y respeto con ella, nunca serán capaces de cambiar nada en sus cuerpos físicos.

Nuestro cuerpo tiene vínculos cercanos con la tierra, es un hijo de la tierra, y un día volverá al seno del que vino, y si nuestra relación con la madre tierra no es la que debería ser, el Cristo no podrá nacer ni en nuestros actos, ni en nuestro cuerpo físico.

Las personas nunca imaginan que la tierra es inteligente. La estudian únicamente desde el punto de vista geográfico: cuántos habitantes, cuantos mares, océanos y lagos, cuántas montañas y ríos, etc. La tierra es la menos conocida y más descuidada y despreciada de las criaturas, y muchos infortunios nacen de esta actitud ignorante, esta falta de respeto por nuestra madre tierra, que dio su propio cuerpo para modelar nuestros cuerpos…»

 

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Navidad y Pascua en la Tradición Iniciática, Izvor 209.