En 1937, a petición de su Maestro Peter Deunov, Mikhaël Aïvanhov viajó a París. Peter Deunov previó el comienzo inminente de la Segunda Guerra Mundial, y la llegada del comunismo a Europa Oriental, lo que amenazaría todas las expresiones de religión y espiritualidad. Le pidió a Mikhaël que fuera a Francia a preservar la Enseñanza.

Mikhaël dejó en Bulgaria a su familia, amigos y estudiantes (era director de un colegio secundario). Le vieron partir a la estación de trenes, despidiéndole con los ojos llenos de lágrimas. Ahora estaba en un país nuevo, extraño, donde no le conocían, con muchas personas viéndole como una curiosidad, pero con una tarea titánica ante él. Pero su profundo conocimiento, obvia sabiduría, gentileza, y carisma, pronto le ganarían admiradores y partidarios. Le llamaban afectuosamente Hermano Mikhaël, tal como él los adoptaba como hermanos y hermanas.

Mikhaël llegó a Francia el 22 de Julio de 1937, sin dinero, y sin conocimiento alguno del idioma francés. Su visa sólo le autorizaba a permanecer en Francia mientras durara la Exposición Universal. Tenía un pasaje de vuelta a Bulgaria y sólo una persona como contacto en Francia – una mujer llamada Stella Bellemin, quien era conocida en la hermandad como Svezda («estrella», en búlgaro).

Según recuerda Svezda:

“Sobre todo, en nuestro primer encuentro, lo que me impactó era la intensa luz que emanaba de él, una luz llena de gentileza y amor puro e impersonal, brotando como agua divina sobre las personas y las cosas. Su mirada era un regalo interno de sí mismo, una entrega total que pertenece sólo a santos y Maestros.

Viendo al Hermano Mikhaël en acción, uno tenía la impresión de que su única preocupación era ofrecer este divino regalo de amor a todos y cada uno, sin restricciones. Esto era mucho más notable debido a su incapacidad de expresarse en francés, lo que hacía que las personas se hicieran conscientes de lo que emanaba de él.  La irradiación de su amor espiritual brillando a través de su inusual belleza, tocaba a todos quienes se ponían en contacto con él

El Hermano Mikhaël dio sus primeras charlas en el apartamento parisino de Svezda, dirigiéndose a pequeños grupos de alrededor de veinte personas.

sorbonne

Había aprendido suficiente francés para dirigirse a sus oyentes en su lengua nativa, cuando, el 29 de enero de 1938, dio su primera conferencia pública en La Sorbona en París. Sería la primera de miles de «conferencias» públicas. A Mikhaël le gustaba comunicarse con las personas «en su propio lenguaje», y demostró su notable facilidad lingüística cuando, a una avanzada edad, visitó Inglaterra y rápidamente aprendió suficiente inglés en unas pocas semanas, para conversar con estudiantes.

Uno de sus estudiantes nos ofrece este recuerdo:

“A su arribo en Francia, el Maestro no mostró lo que era en realidad. Siempre quitándose importancia, humilde, tomando el último asiento de una manera simple y modesta. El se llamaba a sí mismo Hermano Mikhaël. No reveló todo su conocimiento. Se mezcló con astrólogos, alquimistas, escritores, y debido a su comportamiento, todos ellos pensaban que sabía poco, y le daban muchos y muchos consejos, a los que siempre escuchaba… siempre era amistoso, nunca obligaba a nadie, y siempre sonreía. Pero cuando comenzó sus conferencias públicas, sus amigos entre los astrólogos y ocultistas que fueron a apoyarle y animarle, estaban sorprendidos por todo lo que revelaba… Era todo tan nuevo, original, profundo, y sobre todo, cierto.».

 

Extracto de «The Mystery of Light» por Georg Feuerstein.
Capítulo 2. Omraam Mikhaël Aivanhov: Visionario, Maestro y Sanador