Les explicaré la diferencia entre el trabajo espiritual e intelectual. Estudiar en la Universidad es como analizar una naranja en el laboratorio con la ayuda de procedimientos físicos y químicos; es aprender qué elementos componen la piel, la pulpa, las pepitas, el jugo, pero sin llegar a saborear jamás el fruto, sin llegar a descubrirlo con la ayuda de los instrumentos naturales que Dios ha puesto a nuestra disposición, sin llegar a experimentar los efectos.

Probar la naranja y sentir sus efectos en ustedes

La Ciencia Iniciática quizás no les enseñe nada sobre la composición física del fruto, pero les enseñará cómo comerlo, y ustedes, poco después, se darán cuenta de que todos sus engranajes internos se han puesto en actividad, se han vivificado, equilibrado.

Entonces podrán lanzarse a estudiar el gran libro de la naturaleza; descubrirán en él los aspectos físicos, químicos, astronómicos, mucho mejor explicados que en las obras de los universitarios, y verán cómo están ligados entre si.

La ciencia necesita ser vivificada

Es útil profundizar en ciertas disciplinas, pues cada una de ellas nos revela un aspecto del universo y de la vida, pero debido a la manera que se estudia actualmente, sólo se profundiza en el lado muerto de las cosas.

Un día nos daremos cuenta que hay que vivificar las ciencias, es decir, reencontrarlas en todas las esferas de la existencia. Entonces, por ejemplo, las fórmulas matemáticas, las formas y las propiedades geométricas hablarán otro lenguaje, y descubriremos que nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros actos están regidos por las mismas leyes.

La ciencia se debe unir con la naturaleza y la vida del ser humano

Esto es lo que yo considero la verdadera ciencia. De momento conocemos demasiada astronomía, demasiada anatomía, demasiadas matemáticas…, sin unir estas ciencias entre si, y sobre todo sin unirlas con el hombre, con su vida.

Y no imiten el comportamiento de quienes se apresuran a asistir a elevadas conferencias sobre la sabiduría y la ciencia de los iniciados del pasado, sin darse cuenta cuán pequeños, petulantes y débiles son, y cuán incapaces son de darle una dirección razonable a sus propias vidas. Eso, no es espiritualidad.»

 

(Continúa…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Izvor 216, Los Secretos del Libro de la Naturaleza
Cap. 1, El Libro de la Naturaleza