La verdadera seriedad es interior. Exteriormente, soy un niño, pero interiormente soy más serio que ustedes. Mientras que ustedes, exteriormente son como ancianos, e interiormente no son serios, porque cambian continuamente de convicción y de ideal ¿Y quieren convencerme de que son serios?…

Uno no es serio cuando se tambalean sin cesar sus convicciones divinas.

Elevar e iluminar a otros, es más importante que buscar prestigio

Dispongo de medios para adoptar aires y posturas que les dejarían pasmados ante mi seriedad, y así superaría a todo el mundo, tendría un prestigio extraordinario, pero el prestigio no cuenta para mí; nunca me ha importado mucho mi prestigio, porque hay cosas mas importantes que el prestigio.

Hacer felices a las criaturas, dilatarlas, iluminarlas, es más importante que trabajar para el propio prestigio. El prestigio no hace nada para el bien de los demás. Sólo sirve para la persona prestigiosa, supuestamente. En realidad, no gana nada en absoluto, porque va a endurecerse, eso es todo, y se volverá antipático.

Rían y sean felices, pero sean fieles al camino de la luz

Así pues, hay que seguir siendo siempre niños en el corazón: sencillos, flexibles, llenos de amor, sonrientes… y ancianos en la cabeza: buscando conocer, saber, profundizar. Ser serios no es no reírse, sino no abandonar jamás su alto ideal, su filosofía divina, es ser siempre fieles y verídicos.

Eso es ser serios. Rían, pues, sean felices, pero permanezcan siempre en el mismo camino de la luz. Entonces son considerados por el Cielo como gente seria, y aunque los humanos ignorantes les consideren como niños, tendrán el derecho a decir esta fórmula de los grandes iniciados: «Yo soy estable, hijo de estable, concebido y engendrado en el territorio de la estabilidad».

Sèvres, 18 de abril de 1970

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, vol. 18, Jnani Yoga II
Cap. 8, El Amor.