«Los equinoccios y los solsticios, es decir las cuatro fiestas cardinales, son los cuatro momentos esenciales del año. Están dominados por Mercurio (equinoccio de primavera), Venus (solsticio de verano), el Sol (equinoccio de otoño), y la Luna (solsticio de invierno). En esos momentos, la naturaleza está de fiesta; y los Ángeles, los Arcángeles, todas las fuerzas de la naturaleza, la Madre Divina misma, participan en esa fiesta… Y únicamente los seres conscientes de la importancia de esas fiestas, saben vivir esos momentos privilegiados en los que fuerzas formidables se derraman en el universo.»

Hoy 21 de junio, es el solsticio de verano en el hemisferio norte. El sol está en lo alto del cielo, los días son largos y el calor hace madurar los frutos.

«Si el ser humano es consciente y permanece atento durante este período del solsticio de verano, en el que la luz es la más poderosa, y la noche, la oscuridad, y las tinieblas retroceden, obtiene grandes posibilidades para desencadenar ataques contra las tinieblas interiores y puede esperar vencerlas.

En el hemisferio sur es la época en la que las noches se alargan de nuevo, en donde la luz se debilita, y las influencias que contraen y ralentizan la circulación de todas las corrientes vitales se hacen más fuertes, ya no es tiempo de emprender semejantes trabajos. Ya no existen las mismas condiciones interiores y exteriores para afrontar las fuerzas hostiles.

Mientras que en el verano, en el período del triunfo de la luz, si algunos quieren realmente hacer un trabajo importante para el mundo entero, pueden hacerlo: si ya han conseguido resolver sus problemas personales, tienen el derecho e incluso el deber de ir más lejos.

Omraam Mikhaël Aïvanhov,
Los Frutos del Arbol de la Vida.
Obras Completas, vol. 32.