Ahora, les diré todavía unas palabras sobre los ojos, los oídos y la boca. Recibimos la luz por los ojos y el sonido por los oídos. ¡Qué extraordinaria relación existe entre los ojos y los oídos!

Si estudian cómo se propaga la luz en el universo, constarán que atraviesa libremente el vacío, que atraviesa con menor facilidad el aire, aún menos fácilmente el agua, en la que se ve obligada a refractarse y sobre la que se refleja parcialmente, y con mayor dificultad los sólidos.

Para el sonido ocurre al revés: no se propaga en absoluto en el vacío, se propaga un poco en el aire; más en el agua, y donde se propaga mejor es a través de los sólidos.

Así pues, en lo que concierne a los medios de propagación, la luz es lo inverso del sonido. La luz desciende de las regiones sutiles hacia las regiones cada vez más densas hasta alcanzar la materia sólida. En este recorrido avanza cada vez más difícilmente. Por el contrario, el sonido parte de la materia y se eleva disminuyendo de intensidad hasta perderse en el vacío.

Antes que el sonido (la palabra), que es poderoso en el mundo de la materia, existía la luz, que es poderosa en el mundo del espíritu. Por eso los oídos y los ojos están construidos según leyes diferentes, relativas la una a la sabiduría y la otra a la verdad. La luz ilumina las formas y los colores que revelan la belleza, y la belleza es la expresión de la verdad que ha formado los ojos.

El sonido (la palabra) está ligado al oído, el oído a la sabiduría y la sabiduría a la boca, puesto que es la boca la que pronuncia las palabras. Boca, oídos y ojos forman un triángulo. Múltiples combinaciones son posibles entre ellos. Los ojos contemplan, los oídos oyen, y la boca cuenta lo que los ojos han visto y lo que los oídos han oído. Aquí está escondido el secreto de las relaciones íntimas entre las tres virtudes: el amor, la sabiduría y la verdad.

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Ahora, les daré el ejercicio siguiente. Cuando se despierten por la mañana, deben inmediatamente abrir los ojos conscientemente y mirar hacia el ojo interior, y después escuchar aquello que habla en ustedes. Oirán entonces el programa del día que empieza. Vuestra boca debe igualmente participar en este ejercicio con el fin de que los tres vértices del triángulo entren en acción, y deben pronunciar la frase siguiente: «Te agradezco, Dios mío, el que hoy me encuentre fuerte y saludable, ¡Bendice mi jornada! Ayúdame para que pueda cumplir Tu voluntad».

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 1, El Segundo Nacimiento: Amor, Sabiduría, Verdad
Capítulo 6